Gustavo Petro sigue en campaña

Ha pasado más de un año y medio desde el fatídico día en que Gustavo Petro tomó posesión del más alto cargo en el Estado colombiano.

Quienes no votamos por él advertimos hasta el cansancio (basándonos en lo peligroso de sus ideas, su mediocre trayectoria como congresista y su nefasta gestión como alcalde) que con él como presidente vendría un gran desastre para Colombia.

Una persona arrogante, mentirosa, provocadora y con un odio visceral hacia el sector productivo de la economía no podía generar otra cosa. Hoy vemos, sin sorpresa, pero con horror, cómo esta advertencia estaba bien fundamentada.

Los que no votamos por Petro, sino que advertimos el peligro que conllevaba elegirlo, teníamos varios temores. Tanto si Petro lograba sacar adelante su visión socialista y anti-empresa, como si no, el país iba a sufrir. Si la sacaba adelante, Colombia se sumiría en la miseria con un Estado gigante y opresivo con la producción.

Y si no la sacaba adelante, paralizaría el país con su incompetencia, causando severos daños a la economía y la sociedad colombiana.

Por el momento, nos hemos visto enfrascados en la segunda situación. Su arrogancia, sus escándalos y sus reformas han impactado severamente al país.

Las salidas en falso de Petro, las reformas que ha intentado presentar, las peleas con la Corte, o los numerosos escándalos que lo rodean como el regreso de Laura Sarabia al Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, muestran que Gustavo Petro no tiene un norte claro, no sabe lo que está haciendo, se encuentra mal rodeado, y parece tener la arrogancia de creer que simplemente todo se debe hacer como él dice.

Y en este proceso, pareciera que solo quisiera callar a sus críticos no mostrando resultados, sino empecinándose en sus caprichos.

Una muestra de esta incompetencia es la entrada y salida de ministros de su gabinete. Es casi un viaje en el tiempo a su periodo como alcalde de Bogotá, donde sus secretarios y personal le renunciaban casi a diario. El caso más sonado recientemente ha sido el del Ministerio de Deporte.

En poco más de un año y medio ha tenido 3, caracterizadas por presuntas irregularidades en ciertos contratos, y el bochornoso incidente de la perdida de los Juegos Panamericanos del 2027. Y así cabe hacer la pregunta ¿Por qué será que no le dura un ministro? Él dice que no le ve utilidad a este Ministerio y que le parece una pérdida de tiempo. Si es así, como presidente podría cerrarlo.

Pero para él es inconcebible. Prefiere dejarlo y hacerlo funcionar a las patadas, donde los colombianos, y sobre todo los deportistas, son las víctimas de su orgullo y descoordinación.

Otra muestra de su ineptitud es la reforma pensional y a la salud que propone Petro. Es bien conocido que el sistema de salud presenta problemas tanto en la cobertura como en la calidad.

No es ningún secreto que las EPS y clínicas parecen no ser suficientes. ¡Sin embargo, la idea de Petro es… que estas se reduzcan! Pensar como seria la atención a los colombianos por clínicas selectas, y por un servicio prestado directamente por el Estado es para echarse a temblar. Salvo por supuesto para los amigos del presidente y los burócratas, que podrán llenarse de dinero.

Por otro lado, el sistema de pensiones ya de por si es una pirámide invertida. Los contribuyentes actuales pagan la pensión de los beneficiados actuales. Ahora, Petro pretende quitarles a los colombianos la libertad de elección, y casi garantizar que la juventud de hoy, no pueda pensionarse. Analistas y economistas dicen que el sistema no llegará a 2070.

Ahora revisemos la situación con Laura Sarabia, por quien Petro parece tener un cariño incomprensible. Después del escándalo de abuso de poder en el que se vio envuelta, era para que no volviera a trabajar en el sector público nunca más.

Y, sin embargo, ahí esta otra vez, encabezando el Departamento de Presidencia, demostrando que a Petro le importa más ella que la transparencia o el descontento del país. En un gobierno decente, Sarabia seria apartada totalmente del gobierno por sus numerosos escándalos de corrupción y de chantaje.

Pero solamente la protege. La trae al Departamento cuando las aguas se calman, burlándose así de millones de colombianos. Seguro cree que no notamos lo que realmente es el “gobierno del cambio”.

Para concluir, pues podría escribirse un libro con las barbaridades de su gobierno, debemos hablar del despilfarro. Petro vendió su gobierno como el gobierno del cambio.

El gobierno de la gente. El que se preocupa por el pueblo. Pues resulta que ese gobierno gasta más en la primera dama y en burocracia antes que en las necesidades de los colombianos.

Los gastos de la primera dama son exorbitantes. Ninguna otra primera dama gastó tanto en 4 años lo que Alcocer ha gastado en 1 año y medio.

Y ese despilfarro se extiende hacia el resto del Estado. El caso de más renombre es el tristemente célebre Ministerio de la Igualdad, creado para tener contenta a Francia Márquez, pero se extiende a rincones como las embajadas para acomodar amigos de acreedores políticos como Armando Benedetti. Pero recordemos, no había recursos suficientes para los incendios y la sequía.

El 6 de marzo los colombianos salimos a marchar hastiados de este gobierno. Hastiados de que Petro no escuche, de que estigmatice a todos sus críticos.

Miles de personas manifestaron su descontento. Sin embargo, como dijo Benjamin Franklin, el precio de la libertad es su eterna vigilancia. Es necesario que las marchas no cesen.

Es necesario que nos sigamos manifestando. Es necesario que le mandemos más mensajes contundentes al presidente. Petro ha dicho que en 2026 su proyecto progresista debe continuar.

El tiempo corre en contra suya. Si quiere que eso ocurra, debe dar un viraje radical de timón, antes de que el reloj avance mucho.

Los colombianos debemos seguir marchando, haciéndole ver que no nos va a tomar por tontos, y que con este rumbo, la continuidad de su gobierno progresista no pasará de ser una fantasía personal.

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