Cali, mayo 17 de 2025. Actualizado: sábado, mayo 17, 2025 00:09
Hablemos de lo que nos duele
La salud mental no puede seguir siendo un tema postergado, silenciado o trivializado.
No después de una pandemia que nos dejó cicatrices profundas. No en un país que a diario ve cómo la frustración, el estrés y la rabia se convierten en violencia, en insultos, en muertes que pudieron evitarse.
Lo digo con claridad: llegó la hora de hablar de lo que nos duele. Y sobre todo, de lo que nos hace daño cuando no lo sabemos manejar.
Vivimos en un ambiente cada vez más tenso. Lo vemos en la política, donde las diferencias de opinión terminan muchas veces en agresiones personales.
Lo vemos en las oficinas, donde el estrés se desborda y se convierte en maltrato. Lo vemos en el deporte, donde la pasión por un equipo se transforma en odio hacia el otro.
Y lo peor: lo vemos en nuestras casas, donde la ira sin control destruye relaciones, familias, vidas.
Por eso hoy quiero hacer un llamado a que pongamos la salud mental en el centro del debate público. No se trata solo de atención médica o diagnósticos psiquiátricos.
Se trata de reconocer que necesitamos aprender a manejar nuestras emociones, a comunicarnos sin herir, a tramitar el desacuerdo sin destruir al otro.
Desde el Partido de la U hemos insistido en la necesidad de avanzar en una legislación que garantice acceso real, digno y oportuno a servicios de salud mental en todo el país.
Y vamos más allá: creemos que la formación en inteligencia emocional debe hacer parte de los procesos educativos, desde la infancia hasta la vida adulta.
Lo emocional no es un “asunto privado”: es un tema de salud pública.
También creemos que desde la política debemos dar ejemplo. No es aceptable que el debate político se base en el insulto, la descalificación y el irrespeto.
No es aceptable que la vida pública se vuelva un escenario de gritos, amenazas y pulsos de ego. No es eso lo que esperan los ciudadanos.
La política tiene que recuperar su capacidad de diálogo, su vocación de servicio, su humanidad.
Y lo mismo aplica para el mundo del trabajo, donde el liderazgo debe construirse desde el respeto y no desde el miedo. Y para el deporte, que debería unirnos, no enfrentarnos como enemigos.
El control de la ira no es debilidad. Es madurez. Es saber que no todo lo que se siente, se dice, que no todo lo que se piensa, se grita, que no todo lo que se puede hacer, se debe hacer.
Y es, sobre todo, la base para una convivencia que nos permita sanar como sociedad.
Hablemos de lo que nos duele. Pero hablemos también de cómo sanar. De cómo construir entornos más empáticos, menos violentos, más humanos. Esa es la verdadera transformación que necesitamos en Colombia.