Cali, junio 28 de 2025. Actualizado: viernes, junio 27, 2025 22:30
Junto al presidente Uribe
El honor más grande que he tenido es trabajar de cerca con el Presidente Uribe, el mejor presidente que yo haya conocido. El gran colombiano.
Los datos de su gobierno hablan por sí solos; nos devolvió nuestro país. El homicidio bajo 46%, 70% el terrorismo, y crecimos y superamos la pobreza con las políticas sociales más efectivas que haya visto nuestra historia.
En todos estos años he aprendido sobre los temas públicos de él, más que de los expertos. Es profundo y creativo, encuentra soluciones que solo los más conocedores son capaces de plantear.
Lo he podido ver en su trato con la ciudadanía, tiene una pregunta que demuestra su interés en la persona, y un comentario que lo hace sentir cercano.
Lo he vivido como líder de nuestra bancada prudente, alentándonos a tomar las decisiones, orientando con esa pausa que solo tienen los sabios.
Lo he visto siempre pregonando con su ejemplo sencillo e inquebrantable en su moralidad que se expresa desde lo más pequeño hasta lo grande.
Tal vez por eso, por admirarlo y quererlo tanto, su proceso judicial me ha dolido.
Es una injusticia de principio a fin. Haberse atrevido a detenerlo como si fuera un delincuente. Tener que ver como de los testimonios de criminales y bandidos de poca monta parece pender su libertad y su honra; es asqueroso.
Solo puedo pensar en la poderosa frase de Valencia cuando nuestro Libertador Bolívar vivió ataques: “tú, viejo domador de leones, acosado por ratas”.
No creo que exista en el mundo un precedente así: donde criminales condenados tengan la credibilidad ante alguna instancia para destruir un expresidente.
Semejante aberración tuvo origen en la perversa maquinación de los enemigos de la izquierda. Que son enemigos y no adversarios, porque su único propósito es la venganza política, la igualación de las cargas morales.
Esos dirigentes que han defendido la lucha armada, que han incubado ideas de crímenes altruistas y de causas objetivas de la violencia para justificar los crímenes atroces de las guerrillas, quieren a toda costa convencer al país que la derecha, que su líder, también avaló el paramilitarismo.
Quieren ponernos a todos en el mismo piso moral. No hay ahí ninguna búsqueda de justicia, estos mismos fueron los defensores de los creadores de la Nueva Marquetalia –narcos y asesinos– que recogían en sus carros y que lloraban exculpándolos con la teoría del entrampamiento.
Si Uribe hubiera sido paramilitar habría miles de testimonios, cientos de evidencias. No las hay porque no lo fue, jamás. Creerle a Monsalve requiere desconocer la presunción de inocencia y la duda razonable.
¿Cómo es que un operador de justicia puede darle credibilidad a un testimonio frente a decenas que dicen lo contrario? No existe en los principios de evaluación de la prueba semejante arbitrariedad.
No importa que digan como el senador Cepeda visitó cárceles y reclusos para “incentivar” declaraciones contra Uribe.
No importa que su compañero de celda cuente y corrobore que Monsalve buscó el contacto con los abogados de Uribe.
No vale de nada que adulteren los videos y que borren parte de la información. La fiscal parece no aceptar que Monsalve no tiene cómo probar su pertenencia al paramilitarismo.
Ignora que los paramilitares no lo reconocen como parte de esa estructura, que su familia lo ratifica, que nunca hizo parte de “Justicia y Paz”.
Pasan de largo sobre todos los beneficios que ha recibido Monsalve que van desde una vida privilegiada en la cárcel, hasta nuevos intentos del abogado del Río en darle beneficios.
Hoy la evidencia absuelve a Uribe. Hoy la evidencia apunta a crímenes de sus supuestas víctimas. Y nos dicen que es cuestión de perspectiva: no es así.
La evidencia es abrumadora a su favor. Nadie, ningún juez en ninguna parte del mundo condenaría un procesado con la evidencia existente. Solo es posible condenarlo porque es Álvaro Uribe y sobre él recaen los odios políticos de un país altamente polarizado.
Solo lo puede condenar un anti uribista. Ningún juez lo condenaría, sino conociera su nombre. La justicia no puede tener sentimientos políticos, pero los jueces como los fiscales los tienen.
Es un momento muy difícil para el Centro Democrático. Miguel sigue luchando por su vida después de un terrible atentado, y el Presidente Uribe lucha por su libertad en otro ataque contra su honra.
Me cuesta por estos días pensar en otra cosa, y sin embargo, veo a nuestro país cayendo por un barranco de la violencia y con un presidente borracho de poder y enceguecido contra la institucionalidad; todo nos exige seguir firmes.
Oremos a Dios y protejamos a Colombia con la fuerza de nuestra voz. Los violentos no escribirán nuestro destino, ni tampoco los que siempre los defienden. #UnidosYFirmes