Recobrando la memoria

Estuve en Roldanillo, me deleitó el espectáculo de parapente, visité el Museo Rayo y supe que los escritores no declinan seguir narrando las guerras civiles y otras violencias, partidistas, guerrilleras, estatales y paramilitares, similar de “pájaros”, “chusmeros” y “chulavitas”.

Adquirí “Recobrando la memoria”, una novela de Aníbal Manuel Cedeño, publicada por Ediciones Embalaje del Museo Rayo, y en sus primeras páginas hallo analogía con los episodios de la serie “Cien años de soledad”, emitida por Netflix, igual conmueven a quienes sólo memorizamos cognitivamente las guerras civiles.

La serie dimensiona horrores de violencia.

Su crudeza es parecida a la transmitida por los telenoticieros desde sitios de masacres y desplazamientos.

Entre otras obras literarias, que recrean la violencia, están: “La Vorágine” de José Eustasio Rivera; “Viento Seco” de Daniel Caicedo y “Cóndores no entierran todos los días” de Gustavo Álvarez Gardeazábal.

Narran cómo matan trabajadores, que estos se matan por colores, defendiendo intereses políticos ajenos, de los gamonales.

Arriesgan sus vidas, atentando contra la de los demás.

“Recobrando la memoria”, narra una saga de hechos iniciados en la guerra de los mil días, prolongados al Valle en los violentos años 50.

“La guerra no era vocación de los peones. La labranza, trabajar la tierra, era lo que de verdad les gustaba. A los patrones sí les atraía el estruendo de las escopetas y el cruce de machetes entre contrarios, pues ellos rara vez entraban al campo de batalla”.

Señor San Pedro: en el feudo celestial reserva lugar sólo a los pacíficos.

Pero que en la tierra nadie decida su tránsito hacia la eternidad.

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