Cali, julio 12 de 2025. Actualizado: viernes, julio 11, 2025 23:27
Respeto y admiración por los rivales leales
“No hay mayor victoria del alma que aceptar con dignidad la derrota, pues quien se conoce vencido sin odio es más sabio que quien vence sin virtud” Platón
No hay que engañarse: Es difícil ser vencido y perder en cualquier campo de la vida en el que debamos competir, enfrentarnos o disputar un mérito, trabajo, logro, competencia o reconocimiento.
Y hay que reconocerlo. Casi siempre (por no decir siempre), no alcanzar el objetivo propuesto porque otra persona, equipo, partido político, propuesta y, en general, cualquier situación en la que no lleguemos hasta el final esperado para quienes no estén preparados frente a la derrota, duele, da tristeza, rabia y casi que impotencia.
En tempranas edades es muy humano el sentimiento de frustración. Ver que nuestras habilidades, pensamientos, influencia o propias capacidades son superadas por otros (como en una elección o en las pruebas de selección para un trabajo o un reconocimiento académico), o que nuestras ideas políticas, candidatos, equipo deportivo y, en fin, toda apuesta por la que nos inclinemos sea vencida.
Si bien la derrota diganmente aceptada si es propinada dentro de las justas condiciones y reglas de juego, con verdad y sin trampa, nos golpea el orgullo y nos impide celebrar, también nos trae grandes enseñanzas y una oportunidad de madurar, crecer y de reconocer al otro u otros.
Además, las derrotas y fracasos sirven para forjar nuestro carácter y nos enseña a ver debilidades o errores en nuestras acciones y decisiones, no alcanzar las metas por las que apostamos, debe llevarnos a asumir con calma los resultados, pues si estos son irreversibles, de nada sacamos con molestarnos, ofuscarnos y dolernos.
¡Para qué llorar sobre la leche derramada! lo que además incrementa nuestro estres.
Por el contrario, esto debe servirnos para reflexionar sobre lo hecho: ¿Nos ilusionamos sin fundamento?, ¿cumplíamos realmente todas las condiciones para competir?, ¿pensamos y actuamos más con el deseo que con la razón?, ¿por qué la fortuna no nos acompañó? si el éxito no es suerte sino un camino de preparación para las contiendas de la vida y así saber superar los siempre existentes obstaculos de la existencia….
Y esto, sí o sí, debe llevarnos a asumir dos actitudes: Por un lado, debemos replantear nuestras expectativas, evaluar nuestras capacidades y analizar detalladamente si nuestra apuesta, propósito o intención de logro, está debidamente fundamentada en el conocimiento, la fuerza, las razones, las alianzas y, en fin, los méritos requeridos para triunfar.
Hacerlo nos conducirá a implementar cambios, que nos acercarán al triunfo, pero además se obtendrá un avance en la madurez que nos dará la tranquilidad de espíritu y la propia satisfacción por el crecimiento personal.
Lo segundo, que ayuda a fortalecer las relaciones personales y a crecer la convivencia con todos, está en reconocer, con altura y gallardía, el triunfo del otro.
Más allá del dolor, hacerlo es una muestra de reconocimiento de que la otra persona, candidato, proyecto, equipo, rival o como quiera llamársele, demostraron más altos estándares de calidad, de competitividad, de arrojo y de conocimiento para cumplir una meta o propósito y que si nos superaron, quiere decir que hay ideas, estrategias, trabajo en equipo, saberes y habilidades que podemos aprender o reforzar y que, en el fondo, nos permitirán seguir creciendo como personas íntegras, profesionales, deportistas, empresarios y, en general, en toda actividad en la que siempre habrán rivales.
Por ello, mi profundo respeto y admiración a todos mis leales rivales. Gracias a todos quienes me han vencido en algún aspecto de mi vida, porque me he dado cuenta de que aún me faltan muchísimos escalones para llegar a la cima y que gracias a los fracasos vengo aprendiendo a hacer las cosas mejor de como yo al principio las imaginaba y eso debo convertirlo en una motivación para seguir aprendiendo en cada ocasión y siempre seguir adelante.
Si así es, recordemos a Nelson Mandela, quien dignamente asumió sus 27 años de cárcel por luchar contra el apartheid en Suráfrica, asumamos su pensamiento de que no pierdo nunca: ya que en el fracaso gano, porque siempre aprendo, ojalá en este mundo polarizado todos deseáramos convertir el dolor de la derrota en energía para construir un mejor mañana.