Rosa Nelly Carmona

Rosa Nelly Carmona murió en su ley, ejerciendo la docencia. Su muerte, accidental, emocional y anticipada, empañará el 15 de mayo que ella dignamente celebraría con sus colegas del Liceo Departamental.

Su caso demuestra que educar se está volviendo una profesión ingrata y riesgosa. Comparada con otros oficios, hallamos que los artesanos ejercitan sus habilidades manuales, los científicos con su mente aplican las leyes de la materia y los artistas trabajan con el corazón tranquilo.

En el maestro confluyen: el trabajo con sus manos, los conocimientos científicos y la pasión de su corazón. Pero olvidamos que ellos son seres humanos con emociones, que les toca educar bajo las miradas sesgadas de la sociedad que pueden volver frágil su salud mental y afectarles mortalmente su funcionamiento cardiaco.

La familia elude sus responsabilidades de dar buena crianza a los hijos, cargando a los maestros con obligaciones ajenas y, lo peor, se ensaña contra ellos por el fracaso de los jóvenes.

Las normas sociales menguan la autonomía de los educadores. El Estado presiona a los educadores a investigar y denunciar los maltratos familiares y los delitos cometidos extramuros contra sus alumnos, so pena de mala conducta por omisión. Una nueva norma vulnera laboralmente a los maestros que nombra, clasificados como “docentes del 1278 de 2002”.

A la par el Estado contrata ampliación privada de cobertura, generando inestabilidad de los docentes oficiales en aquellas zonas donde es innecesaria esa estrategia gubernamental.

Estas son algunas realidades que desconocen los padres de familia y la sociedad, que injustamente llevan a desmeritar el valor social de los educadores. Paz en la tumba de la maestra Rosa Nelly Carmona.

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