Santana

Tenía atragantada esta columna. Hace algunos meses quise escribirla, no pude seguir después del primer párrafo.

Escabullían las palabras, al saber lo que sucedía en la humanidad de Santana, el buen subalterno, banderillero aquilatado, que va superando sus dolencias en una clínica, aquí en Cali, mostrando – una vez más– de qué están hechos los toreros, y agrego, y los hombres buenos, nobles, como él.

Quiero borrar de mi memoria la fatídica tarde de enero cuando un toro en el albero de Manizales atropelló, con toda su fuerza y peso al banderillero y lo ha tenido mostrando su valentía, sus ganas de vivir, a su familia, a sus amigos y al mundo del toro que espera recibirlo con las bendiciones de la virgen torera que lo cuida, y así se lo he pedido desde que supe del infortunio.

Santana ha tenido tardes brillantes como banderillero –en diferentes ruedos de Colombia y Latinoamérica– y puedo afirmar que es de los más destacados subalternos.

Prenda de garantía en la faena, mostraba su longilínea figura en el centro del ruedo y clavaba los palos con la maestría propia de quien da la vida por la tauromaquia, ese encuentro tarde-a-tarde entre la vida y la muerte.

Un renacimiento es lo que vive hoy nuestro amigo, a quien saludé en diciembre en el salón Tory Castro de la monumental de Cañaveralejo, en el lanzamiento de la revista de ASTAUROS, en pleno diciembre, cuando se asomaba la temporada grande de los toros en nuestra Cali.

Se veía dinámico, atento, solidario, sin saber – nadie- lo que el destino traería, para nuestra tristeza.

Sin embargo, los resultados últimos que nos han dado en comunicados de prensa de su familia es que el torero sigue alentándose, mejorando día a día, para tenerlo nuevamente entre los abrazos y estrechones de mano, que tanto queremos darle.

Santana, torero, ponte bueno. Nos haces falta.

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