Cali, abril 25 de 2025. Actualizado: viernes, abril 25, 2025 09:47

Célimo Sinisterra

Sara Rector, la niña negra millonaria

Célimo Sinisterra

Mucho se ha dicho acerca de hombres y mujeres negros que, del anochecer al amanecer, se vuelven ricos, unas veces por herencias, otras por juegos de azar o simplemente porque se les aparece la virgen y les cambia la vida.

Esto puede ser normal en ciertas condiciones o para ciertas personas. En el caso de Sara Rector, siendo una mujer negra, sería inconcebible dada la circunstancia de la enorme fortuna que llegó a tener y de la cual vamos a hablar.

Sarah Rector nació en Oklahoma en 1902. Fue la hija de dos afroamericanos descendientes lejanos, a su vez, de la tribu amerindia de los muscogui o los creek (los bisabuelos de Sarah habían sido esclavizados de otros muscogis).

Los Rector se beneficiaron del Tratado de 1866, por el que, entre una de las medidas para abolir la esclavitud, se concedería ciudadanía y territorio de la zona a los creeks, ya que eran una entre las consideradas Cinco Tribus Civilizadas.

Sarah, su padre, madre y sus cinco hermanos recibieron amplias hectáreas de territorio en Taft, Oklahoma, en mitad del proceso de consagrarse como Estado.

Por supuesto, su clase era tan baja que las tierras que se les procuraron eran las que los organismos oficiales consideraron áridas; ni maleza crecía: las mejores parcelas se reservaban para los hombres blancos y amerindios de sangre auténtica.

Aunque los Rector vivían con relativa comodidad económica, el padre de Sarah estaba harto de pagar las tasas anuales por propiedad de las tierras de la pequeña, unos 30 dólares al año.

Sus lindes eran improductivas, así que intentó deshacerse del territorio, sin suerte.

En esos tiempos, varias compañías petroleras se ocupaban de exploraciones para ver dónde encontraban el valioso combustible.

Fue así que, con el paso de los años, efectivamente se hizo la perforación en la tierra de la negra y encontraron la cueva del tesoro, casi literalmente.

En febrero de 1911 se estaban sacando de las tierras de Sarah 2.500 barriles al día. Eso eran 300 dólares al día, el equivalente hoy a 8.000 dólares. Se ganó, claro, el sobrenombre de la “niña de color más rica del mundo”, y todo cambió para siempre.

La separación legal y la fama

Para empezar, se la quiso separar legalmente de sus padres. Por aquella época, los indios de sangre pura, los adultos negros y los niños de cualquier raza debían tener un tutor o guardián blanco respetado para los trámites económicos y administrativos.

Sarah, como niña de sangre mixta, no entraba en ninguna de esas categorías, pero se presionó para que la custodia pasase ahora a manos de un blanco de la zona, amigo de la familia y muy respetado por la comunidad.

También los periódicos afroamericanos empezaron a crear propaganda falsa sobre el caso y publicaron infamias sobre la familia, diciendo que era una inmigrante blanca injustamente secuestrada por los Rector, a la que habían forzado a vivir en la pobreza, entre harapos, con problemas de salubridad y sin recibir educación.

Con el tiempo, y debido a su nivel de renta, la legislación del Estado la declaró una persona blanca, cosa que le servía, entre otras, a considerarla de salud óptima (se creía que los negros tenían una peor salud congénita) para viajar en los vagones de primera clase.

El cortejo de blancos a Sarah

No solamente empezaron políticos y medios a estar preocupadísimos por las condiciones de vida y la auténtica procedencia de Sarah Rector, sino que muchos hombres encontraron en esta niña de 12 años un interés conyugal, sin importar su corta edad.

Decenas de hombres le enviaban cartas, flores y otros regalos a su casa, y recibió propuestas de matrimonio de diversa procedencia, incluso cuatro cartas de respetados hombres alemanes que, desde su país, habían escuchado noticias sobre el atractivo económico de la chica negra.

Sarah no les dio importancia y se dedicó a sus estudios. Para sus 18 años ya tenía una fortuna de más de un millón de dólares, que invirtió en bolsa, tierras, una gran casa y algún que otro local.

Sara soportó la crisis económica de 1929 y murió a los 65 años por causa natural.

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