Cali, diciembre 22 de 2024. Actualizado: viernes, diciembre 20, 2024 22:27
Todos somos imagen de Colombia en el extranjero
Casi siempre que nos preguntan qué opinamos de los venezolanos, argentinos, españoles, mexicanos… generalmente nuestra respuesta está influida por el conocimiento que tenemos de sus países gracias a nuestra interacción con sus nacionales, amigos o turistas.
Lo mismo dicen los extranjeros cuando se les pregunta sobre los colombianos.
Si no nos han visitado, su concepto y actitudes hacia nosotros depende, en mucho, de las interacciones que hayan tenido con compatriotas nuestros.
Todo colombiano en el exterior es un embajador.
De su conducta depende la imagen que los extranjeros tengan de cómo somos, de si somos una cultura de interés para relacionarse e, incluso, si somos una tierra atractiva para visitar.
Es decir, si somos un pueblo rico en valores, buenas formas, respeto y trabajo, que vale la pena conocer y compartir o, de lo contrario, si somos lo que tristemente unos pocos, bandoleros, criminales, narcotraficantes y contrabandistas, han construido (o destruido) sobre lo que supuesta y erróneamente somos.
Cuando interactuamos con extranjeros (que nos visitan o visitamos), se presentan muy diferentes formas de hablar, de comportarse, de expresar opiniones y de reflejar valores esenciales del día a día (solucionar diferencias, pedir información, realizar un trabajo, respetar horarios, ejercer la cultura ciudadana…).
Sea cual sea nuestra posición, trabajo, edad, cargo y motivo por el que nos relacionamos con ellos, es una obligación, como ciudadanos, y colombianos, expresar la mejor disposición como habitantes de esta tierra; es decir, hacer viva nuestra Colombianitud.
Dar una buena imagen del país es fácil.
Es cuestión, simple, de respetar a los demás, a su cultura y sus creencias.
La grosería, las opiniones imprudentes, la indebida comunicación o asumir una errónea posición de superioridad, entre otras, incomodan a cualquiera.
En toda circunstancia debemos ser extremadamente cuidadosos de no actuar contra las normas básicas de la convivencia, del respeto y del subestimar o maltratar a los demás.
La mal llamada malicia indígena (o esa peligrosa habilidad de los colombianos para tratar de sacar provecho burlando las normas de cortesía, respeto y prudencia) no es -como muchos mal creen- una ventajosa forma de actuar si no una forma indebida de ser ventajoso e irrespetuoso.
En cambio, la urbanidad, la creatividad, el buen humor y el carácter resiliente y tenaz para trabajar y superar obstáculos es, por mucho y sobre todo, infinitamente superior a aquellas conductas que pudieran molestar a los habitantes de otros países.
Los buenos colombianos somos muchísimos más que los malos, no solo más que los criminales, sino también de quienes se comportan indebidamente en otro país, o se aprovechan de los extranjeros que nos visitan.
En la interacción de colombianos con extranjeros debe generarse un espacio de convivencia, nunca de competencia.
Más que los atractivos turísticos y las posibilidades de establecer negocios, estudios o relaciones políticas, lo más agradable en la interacción con los extranjeros está en la afabilidad, el respeto y la solidaridad.
Pensar en el otro, cuidar las formas en las conversaciones, ser detallista, y asumir que todo extranjero también es compañero de humanidad, fortalece la convivencia mundial y ayuda a que los foráneos se animen a visitarnos.
Eso mejora la imagen, el turismo y ayuda a borrar malos recuerdos o dañinos imaginarios como los de delincuencia, el narcotráfico y el contrabando.
Porque todos somos habitantes de este bello planeta llamado Tierra, y la responsabilidad de su cuidado y la mejor convivencia no es de unos pocos, sino de todos.