Cali, julio 19 de 2025. Actualizado: viernes, julio 18, 2025 23:15

Desde la sala de redacción, 35 años de periodismo

Cali: de lo que soñamos, a lo que hacemos

Cali: de lo que soñamos, a lo que hacemos
Foto: ChatGPT
viernes 18 de julio, 2025

Cali: de lo que soñamos, a lo que hacemosPor: Rosa María Agudelo – Directora Diario Occidente

Cuando comencé en el noticiero, apenas conocía de lo público que el alcalde era German Villegas Villegas.

Mi primera nota fue sobre el presupuesto municipal con Eduardo José Victoria, secretario de Hacienda.

Con paciencia, me explicó las finanzas públicas y, sin saberlo, despertó en mí el interés por las cifras.

Desde entonces, he visto a Cali transformarse, con cada número contando una historia

¿Cómo ha cambiado Cali en tres décadas?

En 1992, el informe La Cali que Queremos diagnosticaba una ciudad con grandes desafíos, pero también con una hoja de ruta para el futuro.

Participé activamente en ese proceso, el primero de muchos ejercicios de prospectiva sobre la ciudad que he presenciado.

La metodología se basó en el análisis de tendencias socioeconómicas, urbanas y ambientales para proyectar los retos y oportunidades a futuro.

Se advertía sobre el crecimiento desordenado, las deficiencias en educación, la crisis de seguridad, los problemas de movilidad y la falta de modernización en los servicios públicos.

Treinta y cinco años después, esas predicciones no solo se cumplieron, sino que se convirtieron en problemas estructurales que seguimos enfrentando.

Cali ha crecido aceleradamente, pasando de 1.47 millones de habitantes en 1992 a más de 2.4 millones en 2023. Sin embargo, este crecimiento ha sido desigual y poco planificado.

La expansión urbana ha estado marcada por migraciones internas y desplazamientos forzados debido al conflicto armado, lo que atrajo población de otras regiones del suroccidente colombiano.

Las comunas del oriente, como la 14, la 15 y la 21, la ladera y algunas zonas del sur recibieron a miles de familias en asentamientos subnormales, barrios sin infraestructura adecuada y sin acceso equitativo a servicios básicos.

Desde los años 90, la ocupación informal del territorio ha sido una constante en Cali. Las invasiones y asentamientos subnormales proliferaron en la ladera y la zona de expansión del oriente, en sectores como Altos de Santa Elena, Alto Jordán y Polvorines, entre otros.

Según el informe de la Zona Distrito de Aguablanca, el crecimiento urbano en el oriente y sur de Cali ha estado ligado a la llegada de población desplazada y de bajos recursos, generando asentamientos sin planeación ni equipamientos urbanos suficientes.

La ciudad se ha expandido aceleradamente, especialmente hacia el sur, con urbanizaciones que han enfrentado serios problemas de acceso a servicios públicos, transporte y seguridad.

El sur, en particular las comunas 22 y 17, ha vivido un proceso de conurbación con Jamundí, generando una mayor presión sobre las vías y la infraestructura urbana.

Mientras tanto, en el oriente, la falta de espacio ha llevado a la población a asentarse en zonas de alto riesgo, como las cercanas al jarillón del río Cauca, donde las amenazas de inundación son constantes.

En la ladera, la ocupación informal se ha extendido sin ningún tipo de planificación, agravando el riesgo de deslizamientos y la precariedad en el acceso a servicios básicos.

Este crecimiento desordenado ha profundizado las desigualdades. Muchas zonas carecen de infraestructura adecuada, lo que perpetúa la inseguridad, el desempleo y la falta de oportunidades educativas.

Cali sigue expandiéndose sin resolver los problemas históricos de su urbanización, dejando a miles de familias en la incertidumbre de vivir en barrios sin regularización, con acceso precario a servicios básicos y expuestas a altos niveles de vulnerabilidad social.

A diferencia de otras áreas que crecieron con inversión y modernización, estos sectores han experimentado un aumento en la densidad poblacional sin que la oferta de empleo, salud o educación haya crecido al mismo ritmo.

Con el tiempo, las desigualdades se han profundizado, convirtiendo muchos barrios en focos de pobreza, inseguridad y economía informal, reflejo de un crecimiento urbano descontrolado y fragmentado.

Treinta y cinco años después, Cali sigue enfrentando los mismos retos estructurales que fueron diagnosticados en 1992.

¿Por qué no hemos logrado construir la ciudad que soñamos? Las cifras demuestran que el tiempo ha pasado, pero las soluciones definitivas siguen pendientes.

Los años de reportería me han enseñado que las ciudades no cambian por decreto, sino por las fuerzas que las moldean: el desplazamiento, la migración, la violencia, el desempleo, la planificación (o su ausencia).

En 1992, La Cali que Queremos advertía sobre los desafíos, pero también abría una ventana de esperanza. Tres décadas después, la realidad es más compleja. Hemos hecho lo posible, pero los problemas nos han desbordado.

Seguridad: el dilema que nunca se resuelve

La inseguridad ha sido el fantasma de Cali durante toda mi carrera. Recuerdo las cifras de los años 90, cuando los homicidios superaban los 80 por cada 100,000 habitantes, una de las tasas más altas del mundo.

En aquella época se presentaban cerca de 6 homicidios al día. En 2023, la cifra bajó a 47, pero sigue siendo alarmante. Vi nacer la epidemiología de la violencia, una metodología que busca ir más allá de las cifras para entender las razones.

Siempre me ha impactado que tanto víctimas como victimarios de los homicidios en Cali son jóvenes.

Igualmente, que cerca del 50% de las muertes violentas tienen origen en la intolerancia, lo que evidencia que más allá del crimen organizado, la violencia está arraigada en lo cotidiano y en la forma en que resolvemos los conflictos.

El problema no es solo la violencia letal. El hurto, la extorsión y la violencia intrafamiliar han crecido en las mismas comunas donde el Estado brilla por su ausencia.

En la comuna 14, los robos se disparan, mientras en la 15 y 18 los enfrentamientos entre pandillas son parte del paisaje urbano. No es coincidencia que en estas mismas zonas la educación y el empleo sean insuficientes.

Brechas en la educación de Cali: una ciudad fragmentada

Cali enfrenta una educación marcada por la desigualdad. Mientras en el sur y noroccidente la cobertura educativa es alta y los colegios privados obtienen mejores resultados en pruebas estandarizadas, en el oriente y la ladera la situación es crítica: déficit de infraestructura, alta deserción y baja calidad académica.

El Distrito de Aguablanca y el Oriente tienen los niveles más bajos de cobertura y retención en educación media. En la Comuna 14, la cobertura neta es del 57%, muy por debajo del promedio de la ciudad (68.6%).

La Comuna 16, la deserción en educación media alcanza el 30%, y en la Comuna 15, uno de cada cuatro estudiantes abandona el sistema antes de graduarse.

En contraste, en la Comuna 22 la cobertura supera el 500% en primaria y secundaria debido a la concentración de colegios privados.

La calidad educativa también refleja esta brecha. Los colegios privados del sur y noroccidente superan en más de 10 puntos a los oficiales en las Pruebas Saber 11.

Mientras tanto, en sectores vulnerables, la falta de formación docente, infraestructura inadecuada y entornos inseguros afectan el rendimiento académico.

Además, la movilidad estudiantil agrava las diferencias: miles de niños y jóvenes deben trasladarse fuera de sus comunas para acceder a mejores colegios, lo que impacta su permanencia en el sistema.

Reducir estas brechas requiere inversión en infraestructura, estrategias de retención escolar y fortalecimiento de la educación pública.

Sin una acción concreta, el sistema educativo seguirá perpetuando desigualdades que limitan el desarrollo de la ciudad.

Si algo aprendí cubriendo temas sociales es que la educación es la base de cualquier transformación. Pero en Cali, sigue siendo un privilegio para algunos.

Cada edición de estudios como el Cali como Vamos o del Cali en Cifras confirma que las comunas con mayores deficiencias en infraestructura educativa coinciden con aquellas que presentan los índices más altos de violencia.

Esto se ha convertido en una situación estructural, donde la falta de inversión en educación perpetúa la exclusión social y refuerza el círculo vicioso de la delincuencia y la pobreza.

Empleo: la otra cara de la moneda

El desempleo es una de esas heridas que la ciudad nunca ha cerrado. En 2024, la tasa de desempleo general en Cali fue del 9.3%, pero en comunas como la 21, 14, 15, 12, 6 y 20 ronda el 20%.

Estas cifras reflejan cómo el desempleo golpea con más fuerza a las zonas de mayor vulnerabilidad, que coinciden con las más violentas y con menor cobertura educativa

Más allá de las cifras, la situación laboral en Cali responde a una estructura económica dominada por la informalidad. El 90% de las empresas en la ciudad son microempresas, con fuerte presencia en comunas como la 1, 5, 6, 7, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 18 y 20.

Mientras tanto, las grandes empresas y sectores industriales están concentrados en las comunas 2, 3, 4, 17, 19 y 22, generando una distribución desigual de oportunidades laborales.

La tasa de desempleo juvenil es una de las más alarmantes, con niveles que superan el 30% en comunas como la 14 y 16. El fenómeno de los NINIS en Cali es un reflejo del rezago en oportunidades educativas y laborales.

En las comunas 14, 15 y 21, más del 60% de los jóvenes que no estudian ni trabajan provienen de hogares con condiciones económicas precarias, lo que limita sus posibilidades de acceder a empleo formal o capacitación técnica.

La falta de políticas activas para su inserción en el mercado laboral perpetúa la exclusión de una generación que, sin acceso a educación ni empleo digno, queda expuesta a la informalidad o, en el peor de los casos, a economías ilegales.

La informalidad no es una elección, sino la única alternativa para muchos. Vendedores ambulantes, mototaxistas, empleados sin seguridad social y pequeños comerciantes sostienen una economía paralela que es más visible en el oriente y nororiente de la ciudad.

En comunas como la 10 y 17, incluso aquellos con acceso a subsidios del SISBEN III enfrentan tasas de desempleo del 24% y 28%, respectivamente.

El empleo en Cali no solo es una cuestión de cifras, sino de estructura económica y oportunidades reales. Mientras el crecimiento de la ciudad no se traduzca en una mejor distribución de la inversión y la generación de empleo formal, la brecha seguirá ampliándose.

Sin políticas laborales inclusivas, sin capacitación pertinente y sin una visión integral del desarrollo, el desempleo seguirá siendo la otra cara de la moneda.

Transporte: un sistema en crisis

Cuando empecé en el periodismo, ya hacíamos notas sobre la congestión y los problemas del transporte público.

La calles abarrotadas y las personas colgadas de los buses eran la imagen de muchas historias que narraban la crisis de movilidad en Cali. Han pasado décadas y, aunque el sistema ha cambiado, la problemática sigue latente.

Mientras la ciudad avanza en diferentes frentes, su sistema de transporte se ha convertido en un obstáculo para el desarrollo.

La falta de infraestructura adecuada, la crisis del transporte público y la proliferación del transporte informal han generado un colapso vial que impacta la calidad de vida de los ciudadanos.

Este panorama no es nuevo: informes históricos, como el del programa ‘Cali que Queremos‘ de 1992, ya alertaban sobre la necesidad de una estrategia integral de movilidad.

Sin embargo, décadas después, la ciudad sigue atrapada en los mismos problemas estructurales.

Si algo ha marcado la movilidad en Cali en las últimas décadas es la crisis del transporte público. Metrocali que prometía ser la solución para mejorar la movilidad urbana, ha enfrentado problemas estructurales desde su implementación.

Esta empresa nació para liderar el metro de la ciudad pero nos quedamos en un sistema de buses que nunca resolvió el problema.

Según Cali en Cifras 2023, la flota operativa del MIO se redujo de 855 vehículos en 2020 a 763 en 2022, mientras que la velocidad operacional promedio cayó a 14.7 km/h.

Esto refleja un deterioro en la eficiencia del sistema y una creciente insatisfacción de los usuarios, que enfrentan tiempos de espera prolongados y rutas insuficientes.

En una ciudad sin transporte público eficiente, las alternativas privadas e informales son la única opción para muchos ciudadanos.

El parque automotor de Cali sigue creciendo sin un modelo claro de planificación. En 2022, la ciudad registró 774,793 vehículos matriculados, de los cuales 500,686 eran de uso particular y 239,332 eran motocicletas. Mientras tanto, el transporte público apenas representaba 31,869 unidades.

En contraste, en 1992, según el informe ‘Cali que Queremos’, había menos de 250,000 vehículos en circulación. Esto evidencia un crecimiento descontrolado del tránsito sin una estrategia clara para mejorar la infraestructura vial.

Este incremento ha derivado en una mayor congestión y tiempos de desplazamiento prolongados, especialmente en corredores clave como la Autopista Sur, la Calle 5, la Carrera 15 y la Avenida Ciudad de Cali, donde el tráfico colapsa.

La ciudad ha tenido que recurrir a medidas como el pico y placa. Sin duda la crisis de movilidad impacta la calidad de vida de los caleños.

El mototaxismo, los colectivos ilegales y los bicitaxis han proliferado como respuestas a la falta de un buen sistema de transporte publico. En materia de movilidad y transporte, es triste decirlo pero Cali es una ciudad subdesarrollada.

Servicios públicos: un reto sin solución definitiva

Hablar de Cali sin mencionar a Emcali y los problemas estructurales de los servicios públicos sería ignorar una parte fundamental de la vida en la ciudad

Según Cali en Cifras 2023, el 84.1% de las viviendas en la ciudad cuentan con servicio de agua potable. Un elemento muy preocupante es que el 53.2% del agua potable se pierde debido a fugas y conexiones irregulares, un porcentaje alarmante que impacta la eficiencia del servicio.

Como si esto fuera poco el abastecimiento de agua depende en un 70% del río Cauca, un afluente con altos niveles de contaminación.

Con respecto al alcantarillado, el 83.9% de las viviendas tienen alcantarillado pero la capacidad de evacuación de la red es insuficiente lo que genera continuas inundaciones.

Ademas, el 28.7% de las aguas residuales no reciben tratamiento, lo que representa un problema ambiental y de salud pública.

En términos de energía, el consumo en la ciudad ha fluctuado en los últimos años. Aunque la cobertura es alta, con un 97.9% de hogares conectados a la red, la sostenibilidad del sistema sigue siendo un tema de preocupación.

Emcali no genera energía y depende de las fluctuación del mercado regulado.

No merece mucho análisis la situación de telecomunicaciones. La ciudad está plenamente atendida por operadores privados de televisión, internet y telefonía móvil.

Sin embargo, Emcali sigue con el lastre de esta unidad de negocio en la que perdió competitividad hace muchos años.

Cali en el espejo del futuro

Después de 35 años reportando esta ciudad, sé que Cali es el reflejo de sus decisiones… o de su falta. No hay seguridad sin educación, ni educación sin empleo, ni desarrollo sin planificación. La Cali que queremos no es un sueño, pero sí un reto que exige compromisos reales. Ya no bastan los diagnósticos.

Hoy, al ver las cifras y los barrios que cambian, me pregunto si en diez años seguiremos reportando lo mismo, o si al fin contaremos la historia de una ciudad que decidió cambiar su destino.

Desde la sala de redacción: 35 años de periodismo

Este proyecto es una mirada al pasado, al presente y al futuro de Colombia a través de la experiencia periodística. A través de estas crónicas, busco no solo recordar, sino entender las lecciones que el tiempo nos ha dejado.

Porque el periodismo no es solo contar la historia, sino cuestionarla y, en ocasiones, desafiarla.

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