Dos Colombias, dos marchas, un país dividido

Las recientes manifestaciones masivas del 21 de abril y el 1 de mayo han evidenciado una profunda división en nuestra nación.

Algunos analistas lo califican como un empate, pero la realidad es que estas marchas reflejan dos Colombias con visiones opuestas sobre el rumbo del país.

En Cali, los recorridos de las marchas fueron simbólicos.

El 21 de abril partió del tradicional sector de la Quinta y llegó al Palacio de San Francisco.

La del 1 de mayo emergió del Parque Obrero, con pasacalles que clamaban “el poder para el pueblo”.

Llegó a Puerto Rellena al monumento de la resistencia.

Dos perfiles de manifestantes completamente diferentes.

El presidente ha etiquetado a los del 21 como “ricos” que se resisten al cambio, y a los del 1 de mayo como el “pueblo” que lo necesita.

Sin embargo, esta retórica polarizante solo ahonda la brecha, distorsiona la realidad y alimenta la confrontación.

Más allá de las narrativas políticas, lo que está claro es que hay una Colombia que busca reformas, pero cuestiona la forma no técnica de implementarlas, y otra que anhela una transformación radical.

No se trata de temer al cambio, sino de buscar enfoques más estructurados y sostenibles.

Estas marchas son solo el preludio de una batalla ideológica que se intensificará hacia la próxima campaña presidencial.

Pero en lugar de atrincherarse en posiciones extremas, necesitamos tender puentes y encontrar soluciones equilibradas que atiendan las preocupaciones de todos los colombianos.

Un país verdaderamente unido no puede darse el lujo de tener “dos Colombias”.

Debemos reconocer nuestras diferencias, pero también nuestros intereses comunes como nación.

Solo así podremos avanzar juntos hacia un futuro más próspero y justo para todos.

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