Justos por pecadores

Con las medidas adoptadas por las revueltas en el estadio se castiga a toda la ciudad, no a los delincuentes que las provocaron.

El pasado miércoles, día en que se presentaron fuertes alteraciones de orden público en en la capital del Valle del Cauca por cuenta de hinchas radicales del Cali y del América, quedó demostrado que restricciones como la ley seca, que se adoptó ese día como medida preventiva, no evitan las revueltas, pero sí perjudican a muchos que nada tienen que ver con ellas; en este caso al comercio nocturno.

Sin embargo, parece que las autoridades no aprendieron la lección. Pasadas las revueltas se adoptaron otras medidas en las que también pagan justos por pecadores y que no resuelven el problema de fondo.

La decisión de jugar los partidos a puerta cerrada, por ejemplo, pone a todos los hinchas en el mismo nivel, cuando la mayoría de quienes asisten al escenario deportivo lo hacen de manera pacífica. El mismo concepto aplica para la decisión de no permitir el acceso a la prensa ni las transmisiones de radio, ¿acaso los medios de comunicación incitan a las revueltas? Afortunadamente esta dispocisión fue revocada por un fallo de tutela.

El problema de la violencia asociada al fútbol se resolvería si este tipo de medidas, que son generales y temporales, fueran reemplazadas por otras individuales y permanentes.

Es el colmo que después de tantos años con el mismo problema las autoridades no hayan realizado un trabajo de inteligencia para identificar a los delincuentes que convierten el fútbol en un factor de tensión en la ciudad. Esas personas deben ser judicializadas y además se les debe hacer seguimiento y prohibir su ingreso al estadio Pascual Guerrero y a todos los escenarios deportivos del país, pero no por una o dos fechas, si no de por vida. Si no es así, cada vez que haya un clásico, se repetirá la historia.

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