Petro insiste en la confrontación

El presidente Gustavo Petro reaccionó al hundimiento de su reforma laboral en el Congreso con un llamado a la movilización en las calles y el anuncio de una consulta popular.

Su discurso, en el que acusó a los congresistas de “burlarse del voto popular”, desconoce la independencia de poderes y refuerza la idea de que el Legislativo debe actuar como una simple notaría del Ejecutivo.

Convocar a las calles en lugar de buscar consensos institucionales es una estrategia peligrosa.

Petro insiste en dividir al país entre “buenos” y “malos”, alimentando la polarización.

Esta táctica no es nueva: ya en 2021, la agitación social abonó el terreno para su elección en 2022.

Ahora, ante la falta de avances en su gestión, parece buscar un nuevo estallido social con fines electorales.

Un gobierno que ha mostrado serias deficiencias en la ejecución no puede permitirse abandonar la administración del país para entrar en modo campaña.

Sin embargo, al priorizar la confrontación sobre la gobernabilidad, Petro demuestra que su estrategia es mantener encendida la llama del descontento en lugar de ofrecer soluciones reales.

El Congreso no está para obedecer órdenes del Ejecutivo.

Si la reforma laboral no avanza, el camino es el debate y la negociación, no la presión en las calles.

Petro debe entender que gobernar implica construir consensos y respetar la institucionalidad, no incendiar el país cada vez que su agenda enfrenta obstáculos.

Más preocupante aún es la insistencia del mandatario en presentar a quienes se oponen a su reforma como enemigos del pueblo.

Esta narrativa no solo distorsiona la realidad, sino que deslegitima el ejercicio democrático del Congreso.

No es la primera vez que Petro intenta desacreditar a quienes no le dan la razón, pero el riesgo de este discurso es claro: si cada decisión contraria a sus intereses es presentada como una traición, el país se sumirá en una permanente crisis de gobernabilidad.

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