La salida de Laura Sarabia

La carta de renuncia de Laura Sarabia deja clara la magnitud de lo que ocurre dentro del gobierno nacional.

Fue, durante tres años, la mujer de mayor confianza del presidente Gustavo Petro, su jefa de gabinete, su mano derecha, la figura que sostuvo la coordinación de su equipo incluso en los peores momentos, y ahora se va porque, como ella misma escribió, no puede acompañar “decisiones que no comparte” y que, por coherencia personal y respeto institucional, ya no está dispuesta a ejecutar.

Sarabia no tenía el perfil técnico para ser canciller, es una verdad que incluso sus más cercanos reconocían, pero era un puente directo con el mandatario, un ancla política y operativa en medio de un gobierno cada vez más fragmentado.

Que ella dé un paso al costado y lo haga advirtiendo que “no se trata de diferencias menores” sino de un “rumbo” que no comparte, confirma que el círculo de confianza del presidente se ha reducido a su mínima expresión.

Preocupa lo que viene. La Cancillería se queda sin cabeza en plena crisis con Estados Unidos, mientras se anticipa un caos en la expedición de pasaportes que podría afectar a miles de ciudadanos.

Nadie en el gobierno puede garantizar hoy que habrá continuidad en este servicio esencial. Y mientras se pierde una pieza clave, surgen preguntas sobre quién gobierna y quién toma las decisiones de fondo.

Armando Benedetti, como ministro del Interior, y Alfredo Saade, ahora jefe de gabinete, son fichas que demuestran que el criterio de Petro para rodearse apunta cada vez más a perfiles menos idóneos o claramente más cómodos para él, pero no necesariamente para la estabilidad del país.

La salida de Sarabia confirma un patrón: Los ministros con verdadera experiencia fueron los primeros en irse. Los reemplazos han sido, en el mejor de los casos, de bajo perfil, Y en el peor, figuras cuestionables.

¿En manos de quiénes está Colombia?

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