Sin Congreso fuerte no hay democracia posible

En los momentos de mayor tensión política, las instituciones deben sostener el peso del Estado.

Hoy, la presión recae sobre el Congreso de la República, no por sus errores, que los tiene, ni por su impopularidad, que la arrastra, sino porque su desconocimiento por parte del gobierno nacional, podría ser el primer paso para desmantelar la democracia.

El presidente Gustavo Petro insiste en convocar una consulta popular por decreto, a pesar de que el Senado negó expresamente esa iniciativa.

Ese acto no es solo una controversia jurídica, es un ataque directo a la estructura republicana. Si se permite que el Ejecutivo ignore el poder Legislativo, ¿qué freno queda frente al abuso de poder?

No se trata de defender a los congresistas como individuos, sino al Congreso como institución. Es allí donde se expresa la diversidad política del país, donde las leyes se debaten y donde los pesos y contrapesos funcionan como barrera frente a los excesos. Sin Congreso operativo, solo queda la imposición de una sola voz.

Es precisamente por eso que el Congreso no puede ser marginado del proceso democrático. Suplantarlo no solo es ilegal, es profundamente peligroso.

La Corte Constitucional, al revisar el decreto anunciado por el presidente, debe reafirmar esa línea, no para favorecer a una bancada u otra, sino para evitar que el poder se concentre donde no debe.

Cada ciudadano debería entender que cuando se socava al Congreso, se socava su propia representación, porque las decisiones dejan de ser producto del diálogo y se transforman en órdenes unilaterales, y esa es la antesala de un modelo autoritario, donde el poder no se comparte, sino que se impone.

La defensa de la democracia no se da solo en las urnas, también se da cuando se exige que las reglas se cumplan.

Comments