Cali, mayo 12 de 2025. Actualizado: domingo, mayo 11, 2025 22:49
Candidatos: ¿Por qué los mejores perfiles no pegan?
¿Está Colombia condenada a elegir a su próximo presidente a partir de gritos y emociones manipuladas a partir de fakes y escándalos, y no de razones, programas y perfiles?
Esta pregunta cobra vigencia porque, a casi un año de las elecciones presidenciales, los candidatos con mejor formación académica, mayor experiencia en el manejo del Estado y propuestas técnicas siguen hundidos en las encuestas y algunos ni siquiera figuran en los estudios de intención de voto.
Nombres como David Luna, Mauricio Cárdenas o Juan Carlos Echeverry —que en otros contextos serían cartas fuertes— apenas logran despertar interés… Sus discursos, por más estructurados que sean, resultan poco atractivos para un electorado que se comporta más como la audiencia de un reallity que como una ciudadanía responsable. Hoy, la forma aplasta al fondo.
Este no es un fenómeno exclusivo de Colombia; el populismo, ya sea de izquierda, de derecha o incluso de centro, gana terreno en todo el mundo.
Los políticos que prometen soluciones inmediatas, que gritan más fuerte o que indignan con más eficacia, son los que conectan con el electorado, aunque no tengan una hoja de vida para gobernar, saben venderse y eso, en las democracias de hoy, lamentablemente, basta.
Los estudios sobre comportamiento electoral lo explican con claridad: la política se ha vuelto un espectáculo emocional.
En redes sociales, en las calles y en los medios, lo que engancha no es el análisis técnico, sino el video que conmueve, la frase que indigna o el gesto que emociona.
El voto responde cada vez menos a la razón y más al impacto emocional. En resumen, el candidato que genere entusiasmo o miedo tiene más posibilidades de llegar que el que plantee una reforma fiscal estructurada, por ejemplo.
Y si un técnico no emociona, no importa cuánto sepa: no llega, más aún si su imagen es percibida como fría, lejana o elitista, frente a contendores que se muestran cercanos, simples y “auténticos”.
Las redes sociales exacerban el fenómeno, ahí no importa el contenido, sino el formato. Un video viral de un candidato diciendo una mentira convincente puede pesar más que un ensayo riguroso sobre cómo recuperar el empleo o mejorar la salud. En ese escenario, los perfiles más serios compiten con desventaja.
Además, la desconfianza hacia las élites políticas ha hecho que la experiencia técnica sea vista con sospecha, como si saber gobernar fuera sinónimo de hacer parte del problema.
Los “preparados” cargan con el estigma de representar el statu quo, mientras los outsiders emocionales prometen revolcarlo todo, aunque no tengan idea de cómo.
Y si a todo eso se suma que en campañas recientes se han utilizado tácticas para destruir rivales a punta de escándalos y guerra sucia, el panorama se agrava.
En 2022, durante la campaña presidencial, se filtraron los llamados “petrovideos”, en los que Sebastián Guanumen, asesor del hoy presidente Gustavo Petro, hablaba abiertamente de la necesidad de “correr la línea ética”.
La estrategia era clara: dañar la imagen de los oponentes —como Federico Gutiérrez o Sergio Fajardo— con ataques que bordeaban lo moralmente cuestionable. El fin justificaba los medios.
Entonces, volvamos a las preguntas: ¿puede un candidato técnico, con preparación, ideas claras y sin estridencias, tener alguna posibilidad real en medio de este panorama emocional, polarizado y agresivo? Tal parece que en este escenario, los candidatos con los mejores perfiles seguirán siendo, electoralmente, los peores productos…