Cali, junio 9 de 2025. Actualizado: domingo, junio 8, 2025 22:38

Hay que aprender a escuchar desde otro lugar

Generación sin voz: los jóvenes que prefieren comunicarse solo por notas de voz o silencio

Generación sin voz: los jóvenes que prefieren comunicarse solo por notas de voz o silencio
Foto: Pexels
lunes 9 de junio, 2025

En una época donde todo parece gritar —los noticieros, las redes sociales, los anuncios, los conflictos— hay una generación que ha decidido guardar silencio. No por falta de opinión, sino por agotamiento.

Son jóvenes que ya no contestan llamadas, que ven un mensaje largo y se paralizan, que prefieren enviar un emoji, una nota de voz de 7 segundos, o simplemente no decir nada.

No es desgano. No es frialdad. Es su manera de sobrevivir. Su forma de decir: “no puedo más con tanto”.

Esta tendencia ha desconcertado a muchos adultos.

Padres que llaman y no obtienen respuesta. Profesores que reciben tareas sin una sola palabra.

Amistades que se enfrían sin conflicto aparente.

Pero detrás de ese silencio hay una tormenta emocional contenida.

Para esta generación, hablar ya no es alivio. A veces, es una carga más.

Se sienten bombardeados por estímulos, presiones, expectativas.

Han crecido en un mundo acelerado, hipervisible y agotador.

Y han desarrollado una forma de comunicarse que les permite seguir presentes… sin perderse.

Las notas de voz se han convertido en un refugio emocional.

Puedes grabarla cuando quieras, sin presión inmediata. Puedes pausar, borrar, empezar de nuevo.

No hay necesidad de confrontación directa. Puedes ser vulnerable sin estar expuesto.

Es una manera de decir “te pienso” sin el miedo de ser invadido por la urgencia del otro.

Un mensaje de voz es más íntimo que un texto y menos demandante que una llamada.

Es el nuevo abrazo tibio de una generación cansada.

También está el silencio. La ausencia consciente.

El derecho a no responder. A dejar en visto. A desconectarse. No como castigo, sino como cuidado.

El mundo les exige estar disponibles todo el tiempo: para el estudio, para el trabajo, para la pareja, para las redes.

Pero cada vez más jóvenes se están permitiendo algo radical: desaparecer un rato.

Decir “no estoy bien” sin tener que explicarlo. Apagar el teléfono sin culpa.

Y aunque esto incomode a quienes los rodean, es un acto profundo de autocuidado.

No es que no tengan cosas que decir. Es que no tienen dónde decirlas sin ser interrumpidos, corregidos o juzgados.

Por eso muchos jóvenes prefieren escribir canciones, hacer memes, grabar TikToks en los que se ríen de su tristeza.

Están hablando, sí. Pero en su idioma. En sus tiempos. En sus espacios seguros. No es falta de comunicación.

Es una nueva forma de comunicarse. Más simbólica. Más protegida. Más selectiva.

Y también está el trauma colectivo. Esta es una generación que vio cómo la pandemia les robaba etapas vitales.

Que se crió en hogares fracturados, con padres emocionalmente ausentes o desbordados.

Que lidia con la precariedad, con la violencia, con un planeta al borde del colapso.

Hablar de lo que sienten es a veces demasiado.

Porque si empiezan, temen no poder parar. Por eso se callan. Por eso dosifican. Por eso eligen cuándo, cómo y con quién compartir lo que llevan dentro.

No deberíamos leer su silencio como indiferencia. Deberíamos leerlo como una frontera.

Una forma de cuidar lo poco que les queda intacto. No es que no quieran hablar.

Es que están hartos de no ser escuchados de verdad. Están cansados de dar explicaciones.

Y se están dando el permiso de no estar disponibles todo el tiempo. Esa es su revolución.

Entender esta forma de comunicarse no significa renunciar al diálogo, sino aprender a escuchar desde otro lugar.

Respetar los silencios. Agradecer los audios. No presionar las respuestas.

Y, sobre todo, abrir espacios donde hablar no duela.

Porque si logramos que esta generación vuelva a confiar en su voz, quizás entonces el silencio se transforme en canción.

En grito de esperanza. En poema compartido. Pero para eso, primero, hay que aprender a escucharlos… incluso cuando no dicen nada.


Generación sin voz: los jóvenes que prefieren comunicarse solo por notas de voz o silencio

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