Cali, septiembre 2 de 2025. Actualizado: lunes, septiembre 1, 2025 23:12

Robots emocionales: máquinas que aprenden a sentir

Robots emocionales: máquinas que aprenden a sentir
Foto: IA
martes 2 de septiembre, 2025

Durante décadas, la robótica se centró en que las máquinas fueran más rápidas, precisas y eficientes. Pero en los últimos años, un nuevo campo ha cobrado fuerza: el desarrollo de robots emocionales, capaces de detectar y responder a estados afectivos humanos.

Aunque no “sientan” en el sentido biológico, logran simular emociones con tal realismo que plantean preguntas éticas y filosóficas sobre lo que significa sentir.

El concepto nació con la inteligencia artificial aplicada al lenguaje. Los investigadores entendieron que para comunicarse de manera fluida, una máquina debía captar no solo palabras, sino también el tono emocional de quien habla.

Hoy existen algoritmos capaces de reconocer tristeza, enojo o alegría en una voz, en el rostro o incluso en la escritura.

Robots de compañía

En Japón y Europa, robots como Paro, un pequeño sello terapéutico, ya se utilizan en residencias de ancianos. Responde al tacto y emite sonidos suaves que calman a los pacientes con demencia.

Otros, como Pepper, son capaces de leer expresiones faciales y adaptar su comportamiento para acompañar en hogares y hospitales.

Máquinas que “escuchan” sentimientos

Grandes empresas tecnológicas desarrollan asistentes virtuales que ajustan sus respuestas según el estado de ánimo detectado.

Si el usuario habla con voz cansada, el sistema puede responder de forma más empática. En el futuro, un robot médico podría detectar ansiedad en un paciente y modificar su trato en consecuencia.

¿Simulación o emoción real?

El debate central es si estos robots realmente sienten o solo imitan. La mayoría de científicos sostiene que las máquinas no tienen conciencia ni emociones genuinas: lo que hacen es procesar patrones y responder de forma coherente.

Sin embargo, para muchos usuarios, la diferencia importa poco. Si un robot logra calmarnos, ¿no cumple su función aunque no sienta?

Riesgos y dilemas éticos

La dependencia emocional hacia robots plantea preguntas delicadas: ¿qué ocurre si una persona sustituye sus vínculos humanos por vínculos con máquinas? Además, ¿hasta dónde es ético diseñar máquinas para manipular emociones, aunque sea con fines positivos?

Los robots emocionales no son el futuro lejano, ya están aquí. Aunque no tengan alma ni corazón, nos obligan a reconsiderar qué es lo esencial de la emoción: ¿la vivencia interna o el efecto que produce en la relación? Tal vez el verdadero reto no sea que los robots aprendan a sentir, sino que nosotros aprendamos a redefinir qué significa sentir en la era de las máquinas.


Robots emocionales: máquinas que aprenden a sentir

Comments

ads_top
Powered by Sindyk Content
Arriba