Cali, julio 5 de 2025. Actualizado: viernes, julio 4, 2025 23:24

Alta percepción de rabia en el discurso político

¿Cómo nos están hablando?

¿Cómo nos están hablando?
lunes 5 de mayo, 2025

Directora
Diario Occidente

La marcha del silencio me motivó a pensar en las emociones que generan los discursos públicos y a analizar el tema desde el punto de vista de los fenómenos de masa.

Como comunicadora, soy consciente de que todo discurso público tiene una intencionalidad. Cada palabra de un político tiene un objetivo electoral.

Sin embargo, me preguntaba qué tan conscientes son los ciudadanos sobre este fenómeno. Así que me animé a hacer un “focus group” virtual al respecto.

Lancé un formulario a través de esta misma red y en diversos grupos de WhatsApp, y participaron cerca de 300 personas.

La mayoría residentes en Cali y municipios del Valle del Cauca. En cuanto a la edad, predominaron personas entre 41 y 60 años, seguidas de un grupo importante entre 15 y 25 años, y algunos participantes mayores de 60.

La ocupación más frecuente fue empleados y profesionales, reflejando una audiencia vinculada al mundo laboral y con interés en la vida pública.

Este perfil de participantes permite entender que los resultados recogen la percepción de ciudadanos activos, con criterio, que siguen la actualidad política y sienten de manera directa cómo el lenguaje del poder impacta su cotidianidad.

Este análisis no pretende ser un estudio científico ni estadísticamente representativo. Es un ejercicio de escucha y observación ciudadana, basado en las respuestas de cerca de 300 personas activas en redes y grupos locales.

Y, como toda lectura de la realidad, está atravesado por mi cosmovisión, mis preguntas y mis propios sesgos.

La rabia del poder

A la pregunta “¿Desde qué emoción sientes que se comunica el Presidente de la República?”, la mayoría, el 53%, percibe que el presidente comunica desde la rabia. Un 21% considera que lo hace desde el orgullo, un 6% desde el coraje y otro 6% desde el deseo, y solo un 4% señaló que lo hace desde el amor o la empatía. Un 10% afirmó que no lo escucha.

La oposición, ¿en las mismas?

A la pregunta “¿Desde qué emoción sientes que se comunican los líderes de la oposición?”, la mayoría, el 52%, percibe que la oposición comunica desde la rabia.

Un 15% considera que lo hace desde el coraje, mientras que un 11% percibe que hablan desde el miedo.

Un 9% lo percibe desde el deseo y otro 9% desde el orgullo. Solo un 4% dijo que no los escucha.

Tanto en la percepción del presidente como en la de la oposición, la rabia ocupa el primer lugar, confirmando que el lenguaje político en Colombia se percibe principalmente como confrontativo, movilizador y polarizante.

Sin embargo, resultan interesantes las emociones que ocupan los siguientes lugares. En la encuesta, el orgullo aparece como la segunda emoción asociada al presidente (21%), mientras que en la oposición ese lugar se reparte entre el coraje (13%) y el miedo (11%).

¿Qué significa ese “orgullo” en Colombia?

En nuestra cultura política, el orgullo pocas veces se percibe como sana autoestima. Se asocia con prepotencia, soberbia y autoritarismo.

Una persona orgullosa, cuando detenta poder, suele asociarse a alguien que no escucha, no cede y no admite el error.

En el caso del presidente, este orgullo mezclado con rabia puede proyectar una imagen de liderazgo que impone, no que convence; que manda, pero no inspira.

Por otro lado, en la oposición, el coraje se interpreta como una señal de valentía para enfrentar al poder, mientras que el miedo revela una narrativa que se mueve entre la preocupación y la incertidumbre, transmitiendo la sensación de no tener un rumbo claro.

El alcalde de Cali, un mensaje que genera esperanza

A la pregunta “¿Desde qué emoción sientes que se comunica el alcalde de tu ciudad?”, la mayoría, el 41%, percibe que el alcalde comunica desde el deseo, entendido como la expectativa de lograr algo o de impulsar cambios.

Un 14% lo percibe desde el orgullo, mientras que otro 14% identifica amor en su discurso. El 13% señala que su comunicación transmite coraje y otro 10% percibe rabia.

Un 4% afirmó que le genera miedo y otro 4% dijo que no lo escucha.

Estos resultados muestran que, a diferencia de los liderazgos nacionales, el alcalde proyecta un mensaje que despierta más expectativa de acción que confrontación, aunque no está exento de emociones como el miedo y la rabia.

Esta combinación indica que su comunicación genera una percepción de liderazgo que, aunque no unifica emocionalmente, se aleja de la prepotencia y la polarización como estrategia dominante.

¿A quién escuchan menos?

Un dato revelador de la encuesta es que más personas han dejado de escuchar al presidente (10%), mientras que solo un 4% ha dejado de escuchar a la oposición y al alcalde de Cali.

Esto sugiere que el discurso presidencial, percibido con más rabia y orgullo, genera mayor saturación y cansancio ciudadano, mientras que los lenguajes de la oposición y del alcalde logran mantener la atención con menor rechazo.

Aunque el discurso de la oposición también es percibido como polarizante, no está asociado con el orgullo que se percibe en la presidencia, lo que lo hace menos prepotente ante la mirada de la gente.

Por otro lado, el discurso del alcalde está vinculado a emociones más positivas como el deseo, el amor y la empatía, emociones que resultan más atractivas para los ciudadanos y que generan una expectativa de acción más que de confrontación.

Esta diferencia muestra que, en medio de un clima marcado por la rabia y la división, existe apertura ciudadana a lenguajes que eleven la conversación, conecten con la esperanza y faciliten la participación sin miedo.

El lenguaje nos afecta negativamente

A la pregunta “¿Cómo te afecta ese tipo de lenguaje político?”, la mayoría, el 30%, afirmó que le genera ansiedad o preocupación, mientras que un 27% indicó que este lenguaje los desconecta o los hace evitar la política.

Un 26% señaló que, por el contrario, los motiva a actuar o informarse más, mientras que un 16,4% expresó que les produce rabia. Solo un 2% dijo que no se siente afectado.

Estos resultados muestran que el lenguaje político tiene un impacto emocional profundo en las personas: alimenta la ansiedad, el cansancio y la rabia, mientras que a otros los empuja a involucrarse más.

Sin embargo, el porcentaje de quienes se sienten motivados no logra compensar el efecto de desánimo que genera en muchos, evidenciando que el costo de un discurso agresivo no es solo político, sino también social y emocional.

Un discurso que sí afecta la convivencia

A la pregunta “¿Crees que ese lenguaje está afectando la forma en que los ciudadanos se tratan entre sí?”, la gran mayoría, el 78%, respondió que “sí, mucho”, mientras que un 16% señaló que “sí, un poco” y solo un 6% considera que no está afectando.

El costo de este lenguaje no es solo un clima de polarización política, sino un deterioro en la convivencia y en la manera en que nos escuchamos y nos respetamos en lo cotidiano.

Las redes: el escenario de mayor agravio

A la pregunta “¿Dónde notas más el impacto de este tipo de lenguaje?”, la mayoría, el 58%, indicó que son las redes sociales el principal escenario donde se fomenta este lenguaje agresivo y polarizante.

Un 18% señaló a los medios de comunicación, mientras que un 13% lo percibe en las conversaciones cotidianas.

Las alocuciones presidenciales fueron mencionadas por un 8% y un 3% señaló a los influencers como amplificadores de estos lenguajes.

Las redes sociales son vistas como el principal espacio donde el lenguaje agresivo y polarizante se amplifica, seguidas por los medios de comunicación.

Esto resalta la importancia de revisar cómo cada uno contribuye a reproducir o frenar esta espiral y cómo el ciudadano también tiene responsabilidad en la forma en que comenta, comparte y conversa.

Un lenguaje que divide para controlar

A la pregunta sobre cuál frase refleja mejor la percepción sobre la forma en que nos están hablando desde el poder, el 30% eligió “El lenguaje fuerte busca dividir para controlar” y un 26% señaló que “Usan el conflicto como estrategia de poder”.

El resto de las frases seleccionadas por los participantes, con participaciones similares, fueron: “Nos hablan con rabia para provocar rabia”, “Nos quieren asustados para que no reaccionemos” y “Se está perdiendo el respeto en la forma de comunicarnos”.

La ciudadanía si percibe que existe una estrategia consciente de usar el lenguaje para provocar miedo y rabia, mantener la división y controlar emocionalmente a la sociedad.

Esto confirma que el lenguaje político no solo es forma, sino estrategia, y que ese manejo emocional tiene un alto costo social.

¿Crees que cambiar la forma de comunicarse contribuye a mejorar la convivencia?

Los resultados a esta pregunta fueron los más contundentes: el 88% respondió “Sí”, el 9% dijo “Tal vez” y el 3% respondió “No”.

¿Qué mensaje le podemos mandar a los políticos?

Que ya entendimos. Que sabemos que cada palabra que pronuncian tiene una intención, y que esa intención muchas veces no es informar, sino provocar, dividir y controlar.

Que los ciudadanos estamos cansados de discursos que alimentan la rabia y el miedo para recoger aplausos fáciles y votos rápidos, a costa de la convivencia y la salud mental de todos.

Que el poder de un líder no se mide por la fuerza de su agravio, sino por su capacidad de inspirar, unir y construir.

¿Y cuál es nuestro papel como ciudadanos?

Recordar que el lenguaje no es solo responsabilidad de quienes gobiernan o se oponen. También lo es de quienes comentamos en redes, de quienes opinamos en familia, de quienes compartimos un meme cargado de odio o una frase que humilla al que piensa distinto.

Como ciudadanos, podemos elegir no ser eco de la rabia, podemos decidir cuándo callar, cuándo hablar y, sobre todo, cómo hablar. Podemos aprender a disentir sin descalificar, a exigir sin agredir, a participar sin destruir.

Cambiar la conversación es una forma de cambiar el país. Porque si queremos vivir sin miedo, tenemos que empezar por hablar sin miedo, pero también sin odio

Este sondeo no tiene carácter científico ni pretende representar de forma estadística a toda la población, pero recoge las percepciones de cerca de 300 ciudadanos activos en redes y grupos locales, ofreciendo una mirada amplia al sentimiento que generan los discursos políticos.


¿Cómo nos están hablando?

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