Cali, septiembre 17 de 2025. Actualizado: martes, septiembre 16, 2025 23:02
Dos golpes que agitan la economía colombiana
Dólar en alza y descertificación de EE. UU.
El peso colombiano atraviesa uno de sus momentos más difíciles en 2025. En las últimas jornadas, la divisa nacional alcanzó un nuevo mínimo en el año y cerró en $3.874 por dólar, con una devaluación acumulada de -12,05% en lo corrido del año.
El dato refleja no solo presiones externas derivadas de la fortaleza global del dólar y la volatilidad de los mercados emergentes, sino también tensiones internas que golpean la confianza de inversionistas y consumidores.
A este panorama cambiario se suma un hecho de enorme trascendencia diplomática y económica: el 15 de septiembre, Estados Unidos anunció la descertificación de Colombia en la lucha contra las drogas, una decisión que revive temores de sanciones comerciales, restricciones de cooperación internacional y pérdida de inversión extranjera directa (IED). Dos factores que, en conjunto, abren un escenario de vulnerabilidad para la economía del país.
El dólar y la fragilidad del peso colombiano
Durante septiembre, el peso colombiano ha mostrado una marcada debilidad frente al dólar. La divisa cerró en $3.874, después de tocar un mínimo intradía de $3.865.
El retroceso acumulado del año (-12,05%) es el mayor entre las principales monedas de la región, reflejando tanto la exposición del país a choques externos como la incertidumbre política y fiscal interna.
Las cifras comparadas con otras monedas de América Latina son reveladoras: mientras el real brasileño acumula una caída del -16,6% y el peso mexicano del -13,7%, el comportamiento del peso colombiano confirma una tendencia de debilidad compartida, aunque más acentuada en su caso.
El impacto de esta depreciación se siente en la vida cotidiana. El encarecimiento de las importaciones presiona los precios de alimentos, combustibles y bienes de consumo, lo que a su vez mantiene en tensión las expectativas de inflación.
De hecho, analistas esperan que la inflación cierre 2025 en torno al 4,63%, con una subyacente en el 3,91%, según la más reciente encuesta del Banco de la República.
Para las empresas, el nuevo piso cambiario representa costos mayores en insumos importados, mientras que para los hogares, la devaluación reduce el poder adquisitivo y encarece el servicio de deudas en dólares.
La descertificación de EE. UU.: un golpe a la confianza internacional
En paralelo, el gobierno de Estados Unidos concluyó su revisión anual y decidió descertificar a Colombia, incluyéndola en la lista de países que, a juicio de Washington, no cooperan de manera suficiente en la lucha contra el narcotráfico.
La medida, que Colombia ya había enfrentado en 1996, tiene implicaciones directas en materia de diplomacia, comercio e inversión.
Según estimaciones de la Cámara de Comercio Colombo Americana (AmCham), las consecuencias podrían abarcar:
- Reducción de la cooperación bilateral.
- Restricción en el acceso a financiación multilateral, que oscilaría entre 431 y 517 millones de dólares.
- Caída en la inversión extranjera directa, estimada entre 1.600 y 2.200 millones de dólares.
Impacto negativo en turismo internacional, con efectos sobre divisas y empleo en el sector servicios.
El golpe no es menor si se tiene en cuenta que, en 2024, la inversión de Estados Unidos representó el 38% de la IED total recibida por Colombia, consolidándose como el principal origen de capitales externos hacia el país.
Una reversión de este flujo comprometería proyectos estratégicos en sectores como energía, infraestructura y servicios.
Dos crisis que se retroalimentan
La coincidencia entre la devaluación del peso y la descertificación de Estados Unidos plantea un escenario desafiante.
En términos prácticos, la noticia de Washington refuerza la percepción de riesgo sobre Colombia, lo que puede traducirse en mayor presión cambiaria, encarecimiento de financiamiento externo y salida de capitales de portafolio.
De hecho, en el mercado financiero ya se perciben señales de cautela: la prima de riesgo país ha repuntado y los inversionistas internacionales elevan sus exigencias de rentabilidad para mantener posiciones en títulos colombianos.
La combinación de un peso debilitado y un entorno diplomático adverso complica la tarea de estabilizar la economía.
Aunque el Banco de la República ha mantenido un tono restrictivo en política monetaria, la incertidumbre externa puede limitar el margen de maniobra y retrasar la senda de reducción de tasas.
Expectativas hacia adelante
El futuro inmediato plantea varios retos. En primer lugar, el Gobierno deberá desplegar una estrategia diplomática que evite sanciones más severas tras la descertificación.
El margen de acción incluye demostrar resultados más contundentes en la lucha contra los cultivos ilícitos y el narcotráfico, así como mantener canales de negociación abiertos con Estados Unidos.
En segundo lugar, será necesario reforzar la confianza de los inversionistas. El país enfrenta un contexto de déficit fiscal creciente y de alta dependencia de capital extranjero para financiar su balanza de pagos.
Una menor entrada de divisas por IED complicaría la estabilidad macroeconómica y presionaría aún más el tipo de cambio.
Finalmente, los consumidores y empresarios deberán prepararse para un entorno de costos más altos. La depreciación del peso ya se refleja en bienes básicos y servicios, y la eventual reducción de inversión extranjera puede frenar la creación de empleo y limitar la recuperación económica que el país había proyectado para 2025.
El cruce de la descertificación de Estados Unidos y la pérdida de valor del peso colombiano constituye una alerta temprana sobre la fragilidad externa de la economía nacional.
Colombia enfrenta la necesidad de blindar su modelo de crecimiento con mayor diversificación de socios, robustecer sus fuentes de divisas y mejorar su posición fiscal para resistir choques internacionales.
Más allá de la coyuntura, el mensaje es claro: sin credibilidad institucional, disciplina fiscal y resultados en seguridad, el país seguirá expuesto a episodios de volatilidad cambiaria y pérdida de confianza.
El reto para el Gobierno y el sector privado será convertir esta crisis en una oportunidad para replantear la estrategia económica y proyectar un futuro menos dependiente y más competitivo.