Cali, abril 29 de 2025. Actualizado: lunes, abril 28, 2025 23:21
Tecnología con alma
¿Hacia dónde va la inteligencia artificial?
Por: Rosa María Agudelo Ayerbe – directora del Diario Occidente, especialista en inteligencia artificial
Ray Kurzweil responde: “hacia la singularidad, la inmortalidad… y la nube. Y yo puedo decir que ya empezó”.
Hace veinte años, el científico computacional e inventor Ray Kurzweil escribió un libro que en su momento parecía más ciencia ficción que realidad: La singularidad está cerca. Hoy, dos décadas después, no solo insiste en su predicción, sino que la actualiza: acaba de publicar La singularidad está más cerca, donde asegura que la inteligencia artificial superará a la mente humana en 2029.
Y que en 2045, conectados a la nube, nuestra inteligencia se habrá expandido un millón de veces.
Kurzweil no es un teórico cualquiera.
Es investigador principal de inteligencia artificial en Google, pionero de tecnologías como el reconocimiento de voz y la lectura automática, y un firme defensor de la idea de que el progreso tecnológico sigue una curva exponencial.
Según sus cálculos, en 1939 la mejor computadora realizaba 0,000007 cálculos por segundo por dólar constante.
Hoy, un chip de última generación como el Nvidia B200 puede hacer medio billón por segundo al mismo costo.
En otras palabras: 75 cuatrillones de veces más potencia. Ese salto, afirma, está acercando la singularidad más rápido de lo que muchos creían posible.
¿Y qué significa la singularidad?
Kurzweil la define como el punto en el que la inteligencia artificial no solo igualará a la humana, sino que se integrará con ella.
El camino, según él, ya comenzó con los grandes modelos de lenguaje como ChatGPT y Gemini, que no solo responden preguntas, sino que interpretan contextos, crean contenido, programan, generan imágenes, voces y hasta videos a partir de texto.
“Deberíamos dejar de llamarlos modelos de lenguaje —dice— y empezar a llamarlos modelos de eventos“. Porque no solo procesan palabras. Comprenden situaciones, anticipan escenarios, transforman realidades.
Y su impacto no se limita a la pantalla: Kurzweil cree que pronto se extenderá a la medicina, la energía, la educación y el mundo físico en general.
Yo también lo he experimentado
Hablar de estos avances en abstracto es fácil. Pero cuando se viven en primera persona, las ideas de Kurzweil dejan de sonar futuristas para volverse inquietantemente reales.
Desde hace dos años trabajo con ChatGPT, en su versión más avanzada.
Y cada vez me asombra más su capacidad para interactuar conmigo, para comprender lo que necesito, para conectar temas que ni yo misma había relacionado.
Hace poco, trabajando una estrategia de marketing de contenidos, me puso un ejemplo del Diario Occidente.
Le pregunté por qué, y me respondió: “Porque es donde trabajas. Me supuse que te interesaría saber cómo lo usan en tu empresa“.
Otra vez, al investigar un tema educativo, me recordó que había explorado antes un enfoque relacionado y me propuso conectarlos.
No es solo una máquina repitiendo patrones. Es una inteligencia que analiza, sugiere, interpreta.
Que, como dice Kurzweil, actúa como si fuera consciente. Y eso, en la práctica, hace toda la diferencia.
La nube, los nanobots y la inmortalidad
Uno de los planteamientos más disruptivos de Kurzweil es que en las próximas décadas viviremos una revolución nanotecnológica que permitirá conectar nuestros cerebros directamente con la nube.
A través de nanorrobots no invasivos, se expandirá nuestra capacidad cognitiva, emocional y creativa. “Seremos más inteligentes, divertidos, innovadores. Podremos elegir nuestra apariencia física, hablar todos los idiomas, visualizar en 11 dimensiones“, afirma.
Eso no solo transformará lo que somos. También lo que sentimos. Kurzweil sostiene que desarrollaremos emociones más complejas, expresaremos mejor el amor, tendremos un nivel de consciencia superior.
Y que todo eso será parte de una evolución gradual, no de una ruptura.
¿Y la muerte?
Otro de sus postulados impactantes es la llamada “velocidad de escape de la longevidad“:
el momento en que los avances médicos permitirán recuperar un año de vida por cada año vivido. A partir de ahí, vivir más será inevitable.
“Nos hemos convencido de que la muerte da sentido a la vida —dice—, pero si tuviéramos una enfermedad mortal, todos buscaríamos una cura. Ante la disyuntiva, la mayoría elige vivir“.
Incluso cree que podremos crear replicantes digitales de seres queridos fallecidos, entrenados con sus textos, voces, recuerdos.
Él mismo lo hizo con su padre, y su hija, años después, pudo “hablar” con su abuelo a través de una IA entrenada con sus cartas, notas y pensamientos.
¿Y el trabajo?
Kurzweil reconoce que la IA eliminará muchos empleos. Pero también cree que reducirá los costos de vida de forma radical, permitiendo que más personas dediquen su tiempo a la creatividad, el arte y el emprendimiento.
Eso sí, advierte que la transición requerirá políticas activas como la renta básica universal y una regulación clara de los usos maliciosos de la tecnología, especialmente en países no democráticos.
¿Optimismo o ingenuidad?
Para Kurzweil, el optimismo no es una ilusión, sino una estrategia. “Si supiéramos todos los problemas que enfrentaremos, nunca emprenderíamos. Pero el optimismo es una profecía autocumplida”.
Su visión, aunque controversial, nos plantea una pregunta de fondo: ¿Estamos preparados para la velocidad del cambio? ¿Tenemos las herramientas éticas, sociales y políticas para acompañar esta transformación sin perder de vista lo humano?
Porque la pregunta hoy ya no es si la inteligencia artificial cambiará el mundo.
La pregunta es si sabremos guiarla. Y si lograremos que, al multiplicar nuestra inteligencia, no perdamos nuestra esencia.