Cali, enero 24 de 2025. Actualizado: viernes, enero 24, 2025 01:20

Luis Barco

Biodiversidad en Peligro: La Batalla Contra los Derechos de Propiedad Intelectual

Pedro Luis Barco Díaz, Caronte

Antes de que los primeros rayos de luz atravesaran los ventanales de la abadía de Santo Tomás de Brno, en la República Checa, e iluminaran las venerables paredes de piedra, Gregor Mendel ya se había levantado de su cama en su celda.

Con devoción y serenidad se unía a sus compañeros en las oraciones matutinas, y continuaba su trabajo en el jardín experimental donde se alzaban hileras de plantas de arvejas (pisum sativum).

En 1866, el incansable trabajo de Mendel culminó con el descubrimiento de sus tres leyes fundamentales de la genética: la ley de la uniformidad de los híbridos de la primera generación, la ley de la segregación y la ley de la transmisión independiente.

Aunque sus hallazgos solo fueron reconocidos y aplicados en el siglo XX, estas leyes revolucionaron nuestra comprensión de la herencia genética, explicando cómo se transmiten los rasgos de padres a hijos y allanando el camino para los análisis de cromosomas y genes.

En la década de 1940, se conoció la existencia de los dos ácidos nucleicos ADN, (ácido desoxirribonucleico) y ARN, (ácido ribonucleico), ´pero, fue gracias a los trabajos de los microbiólogos Avery y sus colegas MacLeod y McCarty del Instituto Rockefeller de Nueva York, que se obtuvo la primera prueba real del papel genético estos ácidos.

Descubrieron que las propiedades hereditarias de la bacteria de la neumonía podían ser alteradas mediante la adición de ADN.

En 1953, cuando en la universidad de Cambridge (Inglaterra) James D. Watson, Francis Crick y Rosalind Franklin descubrieron la estructura de doble hélice del ADN, se produjo un tsunami en el mundo científico y empresarial, pues permitió la manipulación genética tanto de animales como de vegetales.

En 1956, empresas europeas de fitomejoramiento definieron principios básicos de protección de obtenciones vegetales, lo que llevó a la creación de la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV).

La industria alimentaria vio un gran potencial económico en la modificación de plantas mediante mapas genéticos.

La primera versión del convenio de la UPOV se adoptó en París en 1961 por seis países con pasado colonial.

En 1978, se consolidó una versión que fomentó la innovación y el desarrollo de nuevas variedades vegetales, adoptada por la mayoría de los países del Sur.

En 1991, la Conferencia Diplomática de Ginebra fortaleció la posición de los obtentores, beneficiando a grandes empresas agrícolas trasnacionales como Bayer-Monsanto, Syngenta, Nestlé, Corteva y Basf.

Por razones éticas, morales y legales, la manipulación genética extrema no avanzó en humanos y animales.

Dentro de esas razones, indudablemente, estuvieron las relacionadas con las políticas nazis sobre la eugenesia y la superioridad racial, que fueron rechazadas por la comunidad internacional.

En el reino vegetal, sin embargo, se dejó abrir la compuerta.

Los obtentores vegetales aducen que el fitomejoramiento es demorado y costoso y, por lo mismo, requieren de protección para recuperar la inversión realizada.

El problema es que esas grandes compañías dedicadas a la creación de nuevas semillas, toman -sin permiso y sin pagar- las semillas conservadas como un bien común y sagrado, por los campesinos, indígenas y comunidades locales durante 10.000 años.

La UPOV, para lograr sus fines, no ha escatimado esfuerzos, ni trucos, ni estrujones.

Utiliza diferentes formas de presión para que los países se integren al sistema y modifiquen sus leyes en su favor.

Este desafuero ha originado una resistencia de los pueblos originarios, de las comunidades campesinas y de los movimientos sociales, ya que está en contravía con el tercer objetivo del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD): “participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos”.

En 1994, en plena expansión de las políticas neoliberales, la XXXV Reunión del Consejo Andino en Lima adoptó la Decisión Andina 345, presionada por Estados Unidos y la Unión Europea, instaurando un régimen de protección de obtentores de variedades vegetales similar al UPOV91.

De esta manera, la UPOV entró, por la puerta de atrás, a Suramérica.

En pocos años, unas pocas corporaciones transnacionales, lograron un control sin precedentes sobre el comercio de alimentos mundial.

En América Latina, los fitogenéticos y los transgénicos han tenido un crecimiento significativo que ponen en jaque a las especies originales.

Por su parte, los Tratados de Libre Comercio con los Estados Unidos, (TLC) obligan automáticamente a adherirse a la UPOV 91.

En Colombia, la Corte Constitucional tuteló los derechos bioculturales de las comunidades étnicas y evitó que se ratificara por ley ese engendro, pero ese tema lo abordaré en próxima ocasión.

Como lo asegura Germán Vélez , el mejoramiento genético comunitario amplía y dinamiza la base genética de la especie, mientras que los centros de mejoramiento “se basan en el estrechamiento de esta base genética”.

En Cali -durante la COP16- se lograron algunos tímidos avances.

Por tanto, ha llegado el momento de que los países megadiversos y en desarrollo, como Colombia, propongan una cumbre entre la COP Biodiversidad y la UPOV, buscando un acuerdo que supere las tensiones legales.

Armonizar la conservación de la biodiversidad con los derechos de propiedad intelectual puede evitar conflictos sociales.

Esta simbiosis permitiría mejorar las plantas dentro de límites éticos, conservando la biodiversidad y respetando los derechos de las comunidades locales.

Para concretar esta cumbre, se requiere un consenso amplio entre los países miembros, equilibrando la protección de la biodiversidad y el desarrollo científico.

De concretarse este sueño, me parece ver al viejo Gregor Mendel atisbando detrás de los ventanales de la abadía, orgulloso y sonriente al ver cómo su legado continúa inspirando la búsqueda de un equilibrio entre la innovación genética y la conservación de nuestra rica biodiversidad.

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jueves 23 de enero, 2025
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