Cali, agosto 28 de 2025. Actualizado: jueves, agosto 28, 2025 12:00
Daniel… ¿El travieso?
En cada ciclo electoral, Colombia se enfrenta no solo a la elección de un nuevo presidente, sino al reto de preservar la cordura institucional frente a discursos incendiarios.
Esta vez, la amenaza no viene de los extremos ideológicos, sino de la irresponsabilidad con la que algunos candidatos tratan las bases de nuestra democracia.
La reciente intervención de Daniel Quintero, manifestando directamente su intención de cerrar el Congreso, no es solo una frase desafortunada, es una señal de alarma.
Es que Quintero no es cualquiera que da una opinión al azar, ya sabemos su talante demostrado cuando fue alcalde de Medellín que, si bien tuvo algunas cosas que se pueden resaltar, su estilo confrontador y desafiante, sumió a la capital antioqueña en un “ring” de batalla política durante todo su periodo, tiempo en el que privilegió el show mediático sobre verdaderas acciones transformadoras de territorio.
Ahora, cuando un aspirante a la presidencia propone desmantelar el poder legislativo, no está hablando de reformas: está hablando de ruptura.
Cerrar el Congreso no es una idea nueva, es cierto, pero sí es una alternativa profundamente antidemocrática.
También es cierto que el Congreso es una de las instituciones más desprestigiadas del país, pero debemos recordar que precisamente este es el tipo de propuestas que en otros países ha precedido a golpes de Estado, a dictaduras disfrazadas de populismo, y a la erosión lenta pero segura de las libertades ciudadanas.
En Colombia, donde la democracia ha sido frágil pero resistente, no podemos permitirnos ese traspiés.
Los candidatos tienen derecho a criticar, a proponer, a denunciar, pero no tienen derecho a jugar con las instituciones como si fueran “fichas de ajedrez”.
El Congreso representa la pluralidad, el debate, pero sobre todo el control al poder ejecutivo. Cerrar el Congreso es cerrar la puerta al diálogo, al equilibrio, a la democracia misma.
La ciudadanía debe estar alerta. No podemos normalizar el autoritarismo disfrazado de “reality”, un show que anda plantando banderas como si las relaciones internacionales fueran un chiste o subiéndose a una tarima en un foro de manera abusiva buscando likes de redes sociales.
No podemos aplaudir al que promete soluciones rápidas si esas soluciones implican destruir lo que nos ha costado décadas construir.
La democracia no debe cerrarse ni ponerse en riesgo; por el contrario, debe ser defendida y fortalecida por personas comprometidas con el bien común y el respeto institucional.
Hoy más que nunca, necesitamos candidatos que entiendan que gobernar no es imponer, sino construir. Que el poder no se toma por asalto, sino por consenso.
Y que la democracia no se cierra: se defiende, atendiendo que esta no debe estar sujeta a juegos o shows políticos individuales como parece ser a lo que está apostando “Daniel el travieso”.