De hombros de gigantes a hombros de titanes

Rodrigo F. Chois

A los niños les encanta construir torres con cubitos colocando uno sobre otro, pasión que mantenemos de adultos al levantar rascacielos que desafían las nubes.

La metáfora es perfecta: la búsqueda de ver más lejos y montañas que la humanidad ha erigido con su propia inventiva.

“Si he visto más lejos, es porque me he parado en hombros de gigantes”, dijo Isaac Newton. Y también dijo: “Por favor, cierren la ventana”, única intervención durante su paso por la Cámara de los Lores, dejando claro el valor que le otorgaba a debatir con políticos… Pero dejemos a los políticos de lado.

Newton, con su alusión a los gigantes, nos legó una visión luminosa del conocimiento: igual que los cubitos de los niños, cada descubrimiento es una piedra colocada sobre otra.

Así ha sido la historia de la humanidad, una escalada sobre montañas de inventos. Primero aprendimos a dominar el fuego; luego creamos la rueda.

Después vino un extraordinario dominó de logros superpuestos: la imprenta, que multiplicó el conocimiento; la revolución industrial, que puso la energía al servicio de las masas; la revolución verde, que permitió alimentar a millones; y la invención del transistor, que abrió la era digital, multiplicó los mundos posibles e hizo posible la inteligencia artificial que es un titán comparado con los gigantes de Newton.

Pararnos hoy en los hombros de la inteligencia artificial representa dar el salto más grande que hayamos dado desde que encendimos fuego… ¡El límite de nuestras torres ya no es el cielo! El límite —si existe alguno— será nuestra estupidez, defecto que para Einstein es infinito como el universo, aunque de este último tuvo siempre dudas.