Cali, octubre 22 de 2025. Actualizado: miércoles, octubre 22, 2025 23:13

Adrián Zamora Columnista

Gaza y la arquitectura de la ambigüedad

Adrián Zamora

En octubre de 2025, Estados Unidos logró mediar un alto el fuego entre Israel y Hamás, después de dos años de una guerra que dejó más de 84.000 palestinos y 1.600 israelíes muertos.

El acuerdo, presentado como un respiro humanitario, fue recibido con cautela por parte de la comunidad internacional, ya que su diseño revelaba el principio inquietante de que esta paz se había construido sobre la ambigüedad.

Es decir, se trata de una tregua funcional, pero estructuralmente inestable; una pausa táctica más que un cambio estratégico.

La estrategia de Washington consistió en congelar el conflicto antes de definir sus términos. La Fase 1 fue clara y transaccional con la liberación de rehenes, el intercambio de prisioneros y la reapertura del flujo humanitario hacia Gaza. Pero al pasar a la Fase 2, esa claridad se desvaneció.

Se hablaba de un “desarme progresivo” de Hamás, de una “Junta de Paz” tecnocrática y de una “fuerza internacional de estabilización”, sin que nadie precisara quién mandaría, con qué autoridad ni bajo qué legitimidad.

Era una paz escrita en subjuntivo, una tregua sostenida por la gramática de la indefinición.

Durante nueve días, pareció funcionar. Hasta que un ataque en Rafah, atribuido a milicianos locales, mató a dos soldados israelíes y desató una nueva oleada de bombardeos.

Hamás negó su responsabilidad, aduciendo la pérdida de contacto con sus grupos en la zona, una confesión implícita de fractura interna.

Lo que siguió fue el regreso inmediato a la violencia, prueba de que el acuerdo no contenía un orden político, sino apenas un paréntesis militar.

Más grave aún es el vacío de poder que dejó al descubierto. La supuesta “Junta de Paz” nació sin respaldo social; la Autoridad Palestina no ha recuperado credibilidad y la fuerza internacional, limitada a los cruces fronterizos, ha sido incapaz de custodiar el interior de Gaza. Las FDI retuvieron el control del 53% del territorio, y Hamás conservó las armas con que prometió desarmarse. Era, en esencia, un equilibrio de ficciones.

Pero sin una autoridad reconocida, sin un marco de gobernanza y sin una narrativa común del futuro, ¿qué legitimidad puede tener una paz que nadie gobierna?, ¿qué estabilidad puede surgir de un acuerdo que cada parte interpreta como una victoria propia?, ¿y cuánto tiempo puede sostenerse un alto el fuego que descansa en la negación del conflicto mismo?

El Acuerdo de El Cairo sintetiza un patrón recurrente en la diplomacia contemporánea: la preferencia por fórmulas de contención temporal frente a conflictos de naturaleza estructural.

La ambigüedad se convierte, así, en un instrumento funcional para administrar la violencia sin alterar sus causas.

En ese fenómeno, la tregua deja de ser un logro y pasa a ser un síntoma. Porque cuando las potencias confunden el silencio de los fusiles con la paz, lo que construyen no es un acuerdo, sino una pausa en la cuenta regresiva.

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miércoles 22 de octubre, 2025
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