Cali, mayo 9 de 2025. Actualizado: viernes, mayo 9, 2025 17:05

Miguel Yusty

Jorge, mi amigo de 90

Miguel Yusty

Como si se tratara del piloto del primer capítulo de una serie de televisión o del primer plano de una película de una de las más de tres mil que mi amigo Jorge Restrepo Potes guarda celosamente en su casa, así comenzó su columna del jueves pasado “(…) al caer la tarde en 1935 Don Ramón Lucio Potes llegó a la Hacienda la Margarita y desde allí escuchó el llanto de un niño recién nacido.

Era su nieto (…) hijo de su linda hija Berta Lucía (…) a ese chico, tres meses después el padre Rafael Ocampo, padre de la iglesia San Rafael, quien en la pila bautismal, le puso Jorge (…) a quien bautizaron con ese nombre es el autor de esta columna (…)”.

En su columna “Zona Franca” y titulada “La confesión”, Jorge Restrepo Potes nos dijo con su mágico relato que en 10 días, es decir mañana domingo, cumplirá 90 años.

He leído y releído su confesión, le tomé presuroso una foto, pues yo todavía leo en papel periódico, se la compartí a muchos amigos comunes para que hiciéramos al unísono un grito de aplauso por quien ha sabido ser uno de los más sabios personajes que nos ha acompañado durante varias décadas.

Ha sido tanta la alegría, que Gardeazábal tituló su columna de homenaje a Jorge con el delicado encabezado de qué “Solo le faltó ser ministro”.

Es que el hijo de Don Benjamín Restrepo y Doña Alicia Uribe White ha sido mi amigo, a quien conocí siendo secretario de gabinete de Marino Rengifo Salcedo y yo un primípara abogado que llegué a la administración departamental gracias a que una anécdota generosa del Gobernador, quien me ingresó a la planta de cargos después, según él, de perdonarme 11 pecados con que me había reseñado mi presunto papel de agitador y líder estudiantil durante los turbulentos días de los años 70.

A partir de esta década maravillosa, Jorge ha iluminado mis pasos y hemos construido todas las cercanías que van desde la complejidad de la literatura, pasando por los vericuetos de la política, hasta disfrutar de una profunda complicidad en las rutinas de la vida diaria, que ha reseñado en algunas columnas en las que me ha hecho protagonista y muchas veces, cuando su generosidad ha extendido su mano y me ha invitado a charlar en su exclusiva mesa liberal, que almuerza todos los martes en el Club Colombia, a donde además tardeamos hablando de lo divino y lo humano.

Restrepo, quien en su “confesión” sobre su enciclopédica cultura, menciona su irrepetible longevidad debida a la sabiduría de sus médicos, omitió, creo que por modestia, contarnos que ha sido el único vallecaucano y creo colombiano, que vivió como huésped, siendo estudiante del Externado, en la casa del expresidente Carlos Lleras Restrepo y que además guardó para sus recuerdos la entrañable amistad que construyó con los hijos del mandatario.

De aquí pueden partir muchos de los perfiles que caracterizan su vida mesurada sus emociones despojadas de cualquier pequeñez, todo esto resumido en una risa que enamora y encanta a quienes lo ve por primera vez, como le aconteció a quienes lo vieron en un derroche de memoria sorprendente, hablando de la historia de Tuluá y particularmente de León María Lozano en el documental que dirigió Miguel Ernesto Yusty sobre la novela de Gardeazábal, “Cóndores no entierran todos lo días”, al punto que mi hermana siempre me recuerda la semblanza de este bello hombre, cuya horma me dice la hicieron solo para él y fue escondida en lo profundo de la historia de Tuluá.

Yo charlo con Jorge de manera habitual e igualmente gocé de su apoyo cuando me dio por ser candidato a la Alcaldía de Cali y después, a propósito de una elección a la Gobernación del Valle lideramos la opción del voto en blanco, con la cual, entre otras cosas y sin un centavo, casi le ganamos al gobernador electo.

Siempre tenemos puntos que nos acercan, pero en el que nos sentimos mejor, es disfrutando unidos por la tauromaquia y gozamos viendo una corrida de toros y comentándola, después de ver una faena de Talavante o de Roca Rey, como si se tratara de una tarde en la Maestranza o como si estuviéramos hablando en Madrid, en la peña de “Juan y José”.

En fin, de Jorge, a quien cada que lo llamo por teléfono, es decir casi todas las mañana, le digo coloquialmente, que es mi ídolo y lo es más cuando nos damos cuenta que la vida y su encanto nos ha llevado a admitir que las mujeres de nuestros amores son, como diría Cervantes, “mudables y antojadisas”.

Comments

viernes 25 de abril, 2025
ads_top
Powered by Sindyk Content
Arriba