Cali, octubre 5 de 2025. Actualizado: viernes, octubre 3, 2025 23:51
La ausencia del Estado fabrica criminales
En el Valle del Cauca y en todo el Pacífico colombiano se está consolidando un patrón dolorosamente predecible: bandas criminales que “enganchan” a jóvenes mediante la intimidación, el endeudamiento forzado, la seducción del dinero rápido y promesas que nunca se cumplen.
No es un accidente: es un mercado ilegal que opera sobre la necesidad. Allí donde el Estado llega tarde o no llega, las bandas se convierten en el primer empleador, el primer banco y, a veces, la única “institución” que responde.
El fenómeno tiene un método claro. Primero, las bandas detectan vacíos: colegios con alta deserción, barrios sin oferta cultural y deportiva, veredas sin conectividad ni empleo, y en general, entornos donde la informalidad es la única salida, o la más visible.
Segundo, aprovechan la urgencia económica: ofrecen “cuidaditos”, “rondas”, “mandados”, y amarran a nuestros jóvenes con deudas o favores que luego se cobran con silencio y obediencia.
Tercero, imponen miedo: quien se resista sabe que no hay a quién acudir; denunciar parece más peligroso que quedarse.
Todo esto funciona porque hay una ecuación macabra: necesidad + ausencia estatal + rentas ilegales disponibles = reclutamiento.
Mientras esa ecuación no cambie, ninguna captura aislada resolverá el problema.
Las cifras recientes lo confirman: en 2024, la Defensoría del Pueblo reportó 463 casos de reclutamiento de menores en todo el país, de los cuales 20 ocurrieron en el Valle del Cauca.
Detrás de cada número hay un niño arrancado de su proyecto de vida, y una comunidad que pierde futuro.
Durante años hemos confundido presencia del Estado con patrullas ocasionales, operativos ruidosos y anuncios de prensa.
La presencia real es otra cosa: escuelas con maestros, jornada única, alimentación escolar de calidad, acceso permanente a la educación, centros culturales y deportivos abiertos con horarios extendidos, rutas seguras, empleo digno, y justicia efectiva.
Décadas de inversión fragmentada, programas piloto que no aterrizan y coordinación débil entre nación, departamentos y municipios han dejado grietas por donde entran las bandas.
No basta con “más seguridad”; hace falta más Estado integral. La seguridad es una condición, no un sustituto de las oportunidades.
Es hora de pensar un plan nacional con metas medibles y enfoque territorial, que articule tres ejes estratégicos: seguridad y control territorial con legitimidad; inteligencia contra rentas ilegales; y entornos seguros para la escuela.
Estos tres ejes exigen presencia sostenida e integral de Policía y Fuerzas Militares donde haga falta, sí, pero siempre junto a Fiscalía, ICBF, Defensoría, comisarías, inspecciones y oferta social.
El mensaje es simple: llega el Estado, no solo el uniforme.
Además, la mano dura sigue siendo necesaria: nuestras instituciones deben ser certeras golpeando a las bandas por todos los flancos, especialmente su flanco financiero.
Por otro lado, deben garantizarse perímetros escolares sin expendios, rutas seguras, patrullaje preventivo con enfoque de niñez y adolescencia. Si el camino al colegio es el más peligroso, perdimos la primera batalla.
El futuro, sin duda, radica en la educación. Debemos garantizar la permanencia escolar y encargarnos de que la primera barrera para el reclutamiento sea que los jóvenes estén en la escuela y quieran quedarse en ella.
Pero eso no basta si no logramos emplearlos, por lo que el Estado debe crear programas de empleo juvenil que fomenten trayectorias, insertando a los jóvenes en el mercado laboral con condiciones justas.
El reclutamiento juvenil no se derrota con un operativo ni con una rueda de prensa. Se derrota cuando un joven mira a su barrio y encuentra más Estado que banda, más proyectos que amenazas, más futuro que atajos.
Eso exige constancia, coordinación y la humildad de aprender de lo que sí funciona en el territorio.
Aún estamos a tiempo. Si Nación, departamentos, alcaldías, sector privado, iglesias y organizaciones comunitarias empujamos en la misma dirección, cada niño que entra a una escuela segura y cada joven que firma su primer contrato formal será una victoria.
La paz que necesitamos empieza en la cuadra: con dignidad, oportunidades y un Estado que, esta vez, no se va.