Cali, octubre 30 de 2025. Actualizado: miércoles, octubre 29, 2025 23:20
La Universidad como derecho y no como privilegio
Tras casi mil años, por primera vez en la historia, la Universidad está siendo dramáticamente cuestionada en sus formas, actores y procedimientos.
No significa que la educación superior esté en crisis, pues cada día se hace más necesaria la actualización permanente. La educación está más vigente que nunca, mas no el modelo tradicional de Universidad.
Lo que está en crisis es aquella Universidad que, para el mundo occidental, nació en Bolonia, Italia, en 1088 y que por casi un milenio funcionó igual: Profesores que eran los dueños del conocimiento, que formaban un selecto grupo de estudiantes (de altos niveles económicos o los mejores resultados académicos en su formación previa), y que eran los pocos que, como egresados, podían acceder a las mayores responsabilidades del Estado y el sector privado.
Esa Universidad ha girado radicalmente. Más que por convicción, hay que reconocerlo (soy rector de la UNAD), como resultado de los cambios en la humanidad y, especialmente, la tecnología.
Más que las revoluciones industriales, las guerras mundiales, la evolución en el conocimiento, los desastres naturales y la reconfiguración geopolítica del mundo, fue la aparición del internet, el fin de las fronteras geográficas y temporales, la tecnología y la inteligencia artificial, los que han llevado a una nueva realidad para la educación.
Para “ir a la Universidad” ya no es obligatorio tener que dejar de trabajar, radicarse necesariamente en la ciudad sede de la institución, seguir obligadamente un plan de estudios en el orden, horarios y condiciones que se impongan, esperar cinco años para alcanzar un título, seguir obligadamente a un profesor y una biblioteca para acceder al conocimiento, o depender de unas pocas instituciones denominadas universidad.
La flexibilidad, la virtualidad y la no presencialidad obligada, la interacción con compañeros en cualquier momento y lugar del mundo sin sobrecostos, el reconocimiento de aprendizajes previos, las certificaciones parciales, y mayores condiciones y habilidades para el aprendizaje gracias a softwares, aplicaciones, redes e IES, confirman que cada es mayor y mejor la posibilidad de estudiar más, en más campos y más títulos, con un formato diferente de universidad.
Además, la universidad dejó de ser un aparato burocrático al servicio de las élites. A diferencia de hace una o dos décadas, la mayoría de gobiernos han descubierto que patrocinar el acceso a la educación superior es un enorme beneficio social que supera el costo fiscal.
Mientras que a comienzos del presente siglo solamente unas 15 personas, de cada 100 en condiciones de hacerlo, podían acceder a la Universidad en Colombia, hoy esa cifra ha subido a 57.
Gracias a los programas de fomento, la expansión de la oferta pública, la virtualidad y la adopción de tecnologías al servicio de la educación en cualquier momento y lugar, estudiar educación superior cada vez es menos un privilegio pasando a constituirse en un derecho inherente a todos; porque masificar la educación no solo eleva los niveles de productividad, sino también mejora la convivencia, la tributación, la competitividad y la paz ciudadana.
Es cierto que, en países como Colombia, aún tenemos limitaciones para universalizar el acceso y el disfrute de la educación superior.
Seguimos con problemas estructurales de vías de comunicaciones, conectividad, infraestructura educativa para llegar a todos los municipios, desarticulación de la universidad con el sector productivo y el empleo, y hasta calidad en la formación de los bachilleres de muchos colegios, pero es positivo que hoy los recursos para la educación hayan pasado a ser el primer renglón del presupuesto general de la Nación; que el acceso a la universidad esté más disponible para quien tenga la buena voluntad de hacerlo; y que, además de la matrícula, cada vez haya mayor conciencia en los gobernantes, de que esos beneficios que ofrecen, directamente a través del empleo y el salario del egresado, e indirectamente a la sociedad con un mejor país, superan ampliamente la asignación de recursos para el sostenimiento de los jóvenes de estratos bajos.
Aún falta, pero vamos por buen camino, pues la universidad dejó de ser un privilegio para pocos y cada vez es más viable escoger un proyecto de vida desde la educación superior, sea cual sea el modelo y nombre de universidad, que, desde el desempleo, la falta de estudio o la violencia.
