Cali, noviembre 7 de 2025. Actualizado: jueves, noviembre 6, 2025 22:30

Víctor Manuel García

Petro cruzó la línea: de la denuncia legítima al llamado irresponsable

Víctor Manuel García

La reciente visita del presidente Gustavo Petro a Estados Unidos dejó una estela de controversia que no puede pasar desapercibida.

Su intervención ante la Asamblea General de la ONU fue, sin duda, osada. En ella, denunció con firmeza el genocidio en Gaza, cuestionó la política antidrogas de Washington y exigió justicia internacional por los ataques militares en el Caribe.

Fue un discurso incómodo para las potencias, pero necesario en un escenario donde el silencio suele ser cómplice.

Petro se atrevió a decir lo que muchos callan, como por ejemplo que el mundo no puede seguir ignorando la masacre en Palestina.

En ese sentido, su voz fue valiente, disruptiva y coherente con una postura que ha sostenido desde el inicio de su mandato.

Pero esa misma visita tuvo un segundo acto, mucho menos digno. En un mitin político callejero, el presidente colombiano cruzó una línea que ningún jefe de Estado responsable debería cruzar: hizo un llamado público a los militares de Estados Unidos para que desobedecieran a su comandante en jefe, el presidente Donald Trump.

Un gesto desproporcionado, imprudente y fuera de todo orden diplomático.

Ese momento no fue valentía, fue temeridad. No fue liderazgo, fue desvarío. Porque una cosa es denunciar violaciones a los derechos humanos desde la tribuna internacional, y otra muy distinta es incitar a la insubordinación militar en un país extranjero.

Ese tipo de declaraciones no solo afectan la imagen de Colombia, sino que debilitan la credibilidad de quien las pronuncia.

Petro parece moverse entre dos personajes: el estadista que interpela al mundo desde el atril de la ONU, y el agitador que improvisa desde la calle con frases que incendian más que iluminan.

Y esa dualidad, lejos de enriquecer su liderazgo, lo fractura. Porque la política exterior no se construye con arengas, sino con diplomacia.

Y la dignidad nacional no se defiende con provocaciones, sino con coherencia institucional.

Colombia necesita una voz firme en el escenario internacional, sí. Pero también necesita un presidente que entienda los límites del respeto entre Estados soberanos.

La causa palestina merece defensa, pero no a costa de la sensatez. La crítica a la política antidrogas es legítima, pero no puede derivar en llamados a la desobediencia militar.

Petro fue osado en la ONU, pero irresponsable en la calle. Y entre la tribuna y el mitin, lo que está en juego no es solo su imagen: es la seriedad con la que Colombia se planta ante el mundo.

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martes 30 de septiembre, 2025
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