Reformas y gobierno de Petro

Es obvio que el país necesitaba un cambio y parece que, como dijo Mario Benedetti, en su Inventario: “Nosotras las viejitas democráticas, ni huesos conseguimos para el caldo, pero como escuchamos radio Carve, nosotras les tenemos miedo al cambio”.

No hay que tenerle miedo al cambio, solo que exigimos un cambio coherente, por ejemplo, cuando hablamos del cambio del presidente Petro, observamos que sus ministros están integrados por una mixtura, por un salpicón de ideas donde solo la voz estelar la tiene el ministro José Antonio Ocampo, el titular de la cartera de Hacienda. Creímos que el mérito del triunfo del gobierno iba de la mano de la “Colombia humana”, pero no ha sido así.

En cuanto a las reformas enunciadas por el gobierno de Petro, se han producido unos reversazos fatídicos, primero se produjo el anuncio de la reforma tributaria, con bombos y platillos, y la gran política la fue desbaratando hasta quedar reducida a la nada.

Luego la reforma a la salud, que va a acabar con las empresas promotoras de la salud.

Si algo tiene bueno este país son precisamente sus servicios de salud, en comparación con otros países, y ha sido reconocido internacionalmente. No se ha debatido el modelo de la educación en Colombia.

Yo creería que por allí se encuentra el cambio, la educación transforma al individuo y a la sociedad, aquí se inventaron lo de la autonomía universitaria, lo que permite que algunas universidades del país sean saqueadas, y un número interminable de conductas que violan la Constitución y la ley, como por ejemplo la represión a los profesores sindicalizados, violar el libre derecho de asociación que poseen los educadores, hasta lavar dineros.

La educación en Colombia debe garantizar que los jóvenes y niños tengan una garantía para transformar sus vidas.

La educación no puede ser un negocio porque de allí arranca la gran desigualdad de la formación de las personas. Si no hay transformación en la educación, nuestra sociedad no va a cambiar.

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