Cali, enero 10 de 2025. Actualizado: jueves, enero 9, 2025 21:57

Luis Barco

Restauración natural: la clave para revivir nuestros bosques y salvar el planeta.

Pedro Luis Barco Díaz, Caronte

En la lucha contra el cambio climático y por la vida en nuestro planeta, hay acciones cruciales: regenerar bosques y selvas; disminuir el consumo de energías fósiles; reducir el consumo de carne vacuna; desperdiciar menos comida; y reducir, reutilizar y reciclar lo que consumimos.

Estas tareas son responsabilidad del gobierno, la empresa privada y todos nosotros.

Regenerar bosques y selvas, en particular, es una obligación del Estado y de los propietarios de predios rurales.

La FAO estima que hemos perdido la mitad de las áreas forestales del mundo debido a la creciente demanda de tierras para cultivo y ganadería.

En Colombia, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible informa que, en los últimos 30 años, se han perdido más de 6.7 millones de hectáreas de bosque debido a la deforestación.

¡El territorio de tres departamentos del Valle del Cauca! ¡Demencial!

Lo primero que debemos hacer, es reconocer los colosales servicios que nos ofrecen los bosques y selvas, y no centrarnos en utilizarlos como combustible en forma de pinche madera o carbón.

Mi maestro, el científico brasileño Antonio Donato Nobre, dice: “La primera acción es universalizar y facilitar el acceso a los descubrimientos científicos para reducir la principal causa de la deforestación: la ignorancia.”

Los árboles no sólo absorben CO₂ y entregan oxígeno a la atmósfera.

También producen ríos de vapor que, convertidos en lluvias, recargan los acuíferos; generan vientos beneficiosos; protegen playas de las olas; atenúan inundaciones; moderan el clima; brindan diversidad biológica y mejoran los suelos.

Un bosque es mucho más que un conjunto de árboles: es tierra, ríos, bacterias, insectos, matorrales, arbustos y animales aéreos y terrestres, es decir, un ecosistema.

Pero ojo, la solución no es simplemente plantar árboles.

Estas actividades a menudo se convierten en jugosos negocios para contratistas, con resultados irrisorios o contraproducentes.

En Colombia se han desarrollado siembras arbóreas con fines productivistas, en sitios no aptos o en conflicto con la población y de especies exóticas o de una sola.

Hemos pasado por alto las bondades de la restauración natural, y cada día son más cuantiosos los contratos de venta y plantación de árboles, como aquel famoso en Barranquilla, que sobrepasó la estrambótica cifra de un billón de pesos.

James Lovelock, el padre de la teoría Gaia reconoció las ventajas de “dejar los campos sin tocar para que Gaia pudiera plantar a su ritmo no sólo árboles sino todo el ecosistema de un bosque[1]”.

Los humanos plantamos con propósitos definidos, buscando beneficios inmediatos, sin alcanzar a captar la complejidad del ecosistema en su esencia.

Mientras los animales del bosque, agentes naturales de la vida, dispersan semillas transitoriamente alojadas en sus tripas con cada paso, promoviendo biodiversidad y resiliencia.

Llevan en sus genes la promesa de multiplicarse, y en sus buches, el sustento de las futuras generaciones.

Colombia, con recursos económicos limitados, debe privilegiar la restauración natural a gran escala, pues la naturaleza “restaura gratis”, siempre y cuando no existan o se retiren barreras que impidan la regeneración.

Esto significa permitir un suministro variado de semillas dispersadas por animales (zoocoria) y por el viento (anemocoria), y aislar la zona del tránsito humano y de vacunos, ya que la naturaleza actúa con excelencia sólo en santa paz.

Se debe recurrir a la restauración asistida, o plantar especies nativas, solo cuando los ecosistemas están muy degradados o destruidos y necesitan ayuda para su recuperación.

Frente a la determinación de cuál alternativa usar, se enfrentan dos conocimientos: el de “Gaia”, “Pachamama” o “Madre Tierra”, con millones de años multiplicando la vida; y el nuestro, tan limitado y antropocéntrico que ha llevado al planeta al borde del cataclismo.

Por eso, el gobierno, en todos sus niveles, debe privilegiar la restauración natural con sus ingeniosos y efectivos mecanismos.

Máxime ahora cuando se plantea el desmonte progresivo del servicio militar obligatorio para remplazarlo por el servicio social para la paz, en el que los jóvenes podrían cuidar zonas que deben ser aisladas para que actúe la naturaleza.

En cuanto a las obligaciones de los dueños de predios rurales, es hora de que el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible obligue a las corporaciones ambientales a hacer efectivo el decreto 1449 de 1977.

Este decreto ordena a los propietarios a mantener en cobertura boscosa las áreas forestales protectoras, es decir, los nacimientos de agua en 100 metros a la redonda y a no menos de 30 metros de los cauces de ríos, quebradas, arroyos y lagos; a no cultivar en pendientes de más de 45 grados; y a que los propietarios de predios de más de 50 hectáreas mantengan en cobertura boscosa, por lo menos, el 10% de su extensión, o el 20% si son terrenos baldíos adjudicados.

La restauración pasiva o natural, el aislamiento del territorio en recuperación, y la educación ambiental para los dueños de predios rurales, junto con el estricto cumplimiento del decreto 1449 de 1977, son esenciales para la regeneración de selvas y bosques.

Estas son tareas obligatorias y cruciales en la lucha por la continuidad de la vida en nuestro planeta y la mitigación del cambio climático.

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jueves 9 de enero, 2025
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