Cali, noviembre 20 de 2025. Actualizado: jueves, noviembre 20, 2025 18:45
Violencias contra las mujeres – II
La semana anterior escribí sobre la cultura patriarcal como matriz de las violencias de género y contra las mujeres, ahora ad portas del 25 de Noviembre (próximo martes) retomo el tema para profundizar en algunos de sus aspectos y respuestas.
Si miramos con atención a nuestro alrededor, fácilmente encontramos estas prácticas y expresiones por doquier.
Las más de las veces las parejas no se golpean y no terminan las mujeres con los ojos morados o en una estación de policía al borde de la muerte por ataques físicos… sin embargo eso no es garantía de que no se ejerza violencia en la relación…
Una de las formas de violencia más sutil, pero quizás más dañina que otras es la que podemos llamar “violencia simbólica”. Tiene múltiples expresiones y se expresa continuamente en la vida cotidiana.
Veamos algunas expresiones:
- Las canciones en las que se da por sentada la infidelidad femenina.
- Los supuestos de incapacidad femenina para cierto tipo de profesiones.
- Los chistes y a veces los piropos vulgares y dañinos.
- Los ejercicios de poder o los lenguajes en que las mujeres empleadas o “subalternas” terminan sonrojándose o enojándose.
- Ciertas formas de publicidad en las que el cuerpo femenino es utilizado como “anzuelo”.
- La negación implícita o explícita de características femenina a la Divinidad.
- El lenguaje exclusivamente masculino en referencia al ámbito sagrado…
- Todas ellas y más, son violencias simbólicas.
Las violencias simbólicas retroalimentan permanentemente una supuesta “superioridad” masculina que invita y sostiene distintas agresiones contra las mujeres.
Esa violencia, esa cultura patriarcal, esa mentalidad, es la que habita a mujeres y hombres que muchas veces ejercen de “jueces” liberando o absolviendo a los agresores a pesar de que la ley determina a su castigo.
Como ya plantee anteriormente nuestra lucha tiene que llegar hasta el corazón mismo de la cultura (política, social, religiosa) patriarcal y machista, para neutralizarla y transformarla.
Y quiero plantear que en este camino la sororidad se convierte en un apoyo invaluable. La lucha en soledad es más dura, más difícil y menos eficaz.
Por tanto, los pactos entre mujeres son el camino para adelantar una lucha eficaz y permanente.
En las prácticas cotidianas, recorrer una ciudad peligrosa en compañía o en grupo es una salvaguarda para ataques posibles, para violaciones que acechan en las sombras.
Y en sentido más amplio el apoyo mutuo y la complicidad entre mujeres inspira, motiva y sostiene. Las practicas sororales no son entonces sólo un recurso sino un bastión insustituible en este caminar hacia nuestras liberaciones.
La sororidad teje redes y estas redes van permeando el tejido social hacia nuevas formas de relaciones y solidaridades.
Que este 25 de noviembre sea la ocasión para que nuestras conciencias se profundicen y sobre todo para que crezca la conciencia colectiva de que –sin agresiones ni actitudes guerreras– es imprescindible la tolerancia cero con cualquier sentimiento, disposición o palabra, consciente o inconsciente, que encierre un germen de violencia contra las mujeres, contra los menores y en últimas contra todo ser humano.
