Cali, mayo 16 de 2025. Actualizado: viernes, mayo 16, 2025 22:06

Desde la sala de redacción, 35 años de periodismo

Estallido social: la historia que se escribió en las calles

Estallido social: la historia que se escribió en las calles
Foto: ChatGPT
viernes 16 de mayo, 2025

Estallido social: la historia que se escribió en las callesPor: Rosa María Agudelo – Directora Diario Occidente

El día en que empezó el estallido social, yo estaba en mi casa haciendo teletrabajo como lo había hecho desde el inicio de la pandemia.

Pero aquella noche todo cambió. Desde mi habitación, en una zona cercana a Siloé, escuchaba los helicópteros sobrevolando la ciudad, disparos y estallidos.

Eran los sonidos de fondo de una ciudad que había estallado.

A lo largo de mi carrera periodística había cubierto muchas situaciones de “combate” pero nunca pensé que lo tendría que vivirlo a solo unas cuadras de mi casa.

Pero, a pesar del ruido y la sensación de peligro, yo no sabía realmente qué estaba pasando en la calle. La televisión mostraba imágenes fragmentadas, las redes sociales se llenaban de versiones contradictorias.

En mi propia ciudad, en mi propio barrio, se libraba una batalla cuyo verdadero rostro aún no entendía. Entonces decidí salir.

El primer encuentro con la protesta

Obviamente no quería hacerlo sola, no podía. Así que me puse en contacto con compañeros de Univalle al Barrio, un grupo de profesores que estaban yendo a los bloqueos.

Ese domingo irían a la glorieta de Siloé. Me uní a ellos porque quería ver lo que ocurría, quería escuchar a quienes estaban en la primera línea del descontento.

Lo que encontré fue muy distinto a lo que muchos describían desde la distancia. No vi una toma guerrillera, como aseguraban algunas narrativas.

Vi jóvenes con ansias de cambio, frustrados pero organizados, indignados pero también esperanzados. Lo que más me sorprendió fue la presencia de familias enteras, reunidas en torno a ollas comunitarias, tejiendo lazos de solidaridad que en otros sectores difícilmente comprendemos.

Sin embargo, con el paso de los días, también descubrí que en muchos puntos sí había infiltraciones y que algunas células urbanas de grupos subversivos estaban aprovechando la coyuntura.

Para mí, el estallido social es como un cubo de Rubik: con muchos lados, con muchos colores y muy difícil de armar.

La resistencia de la Nave y Belén

Desde el sexto día del paro y hasta el fin de los bloqueos, pasé muchas horas en el punto de resistencia de la NABE, un sector que conectaba a los barrios La Nave y Belén.

El punto de resistencia no era solo un lugar de protesta. Se convirtió en un espacio de diálogo, de organización y de tejido social.

La gente compartía comida, se organizaban charlas sobre derechos humanos y política, se discutían estrategias para que la manifestación no se saliera de control.

Fue allí donde conocí a personas con las que aún mantengo contacto, líderes que no nacieron en la protesta, sino que ya venían trabajando en sus barrios y que, después del estallido, siguieron luchando por un cambio real.

Yo estaba haciendo mi trabajo: periodismo, escuchando todas las voces. Uno de los momentos más importantes fue cuando uno de los empresarios de Cali me llamó a preguntarme si era verdad que yo estaba yendo a los bloqueos y si él podía ir conmigo.

Yo no sabía lo que eso significaría después. Efectivamente, fuimos. Él se sentó en un andén con los jóvenes de la primera línea. Los escuchó y ese dialogo ayudó a consolidar a Compromiso Valle.

La Ruta Isabel Pérez: un puente entre sectores

La Ruta Isabel Pérez fue una de las primeras iniciativas, una victoria temprana, de Compromiso Valle. Participe activamente en el proceso, un testimonio de un esfuerzo colectivo que nació en medio de la tensión y el descontento.

Durante casi un año, cada semana llegábamos a Siloé con un grupo de empresarios y representantes de diversos sectores.

Lo que comenzó como una iniciativa para conocer de cerca las demandas de una comunidad diversa, se transformó en un puente de comunicación y colaboración entre sectores que parecían irreconciliables.

La transformación física de la ruta es innegable. Me gustan las estatuas, jardines y murales que hicimos. Sin embargo, la metamorfosis que más me enorgullece es la que logramos en las relaciones humanas.

Aquellos que al inicio caminaban como desconocidos, hoy están unidos por lazos de amistad y cooperación.

Este cambio de dinámica es un reflejo de lo que soñamos: una Cali construida sobre el entendimiento mutuo, la inclusión y la prosperidad compartida.

Llegamos a La Estrella

Recuerdo con especial significado una de nuestras caminatas. Un sábado, los líderes nos llevaron a La Estrella, un símbolo de la ciudad.

Todos los caleños vemos La Estrella desde lejos, pero pocos saben que los 1.600 bombillos que la iluminan son a veces cambiados por la comunidad.

Tampoco muchos conocen que en el tanque que la sostiene hay una sala de cómputo, también liderada por habitantes del sector.

La culminación de la caminata en la cima de Siloé nos recompensó con una vista espectacular de Cali, pero también se convirtió en una metáfora del camino que la ciudad tiene por delante.

Para llegar a La Estrella caminamos tres horas, bajo un sol intenso y una pendiente desafiante. Llegamos cansados, sudados pero felices.

Para mí, eso significa que, a pesar de las dificultades y los desafíos, unidos, los caleños somos capaces de superar cualquier obstáculo y construir un futuro mejor.

Durante más de un año, Siloé me ofreció innumerables historias por contar. La experiencia que viví allí trascendió el ejercicio periodístico; fue un testimonio de transformación y esperanza.

Demostró que la colaboración entre distintos sectores puede generar cambios profundos, tanto en la ciudad como en su tejido social.

El futuro de Cali se construye con el esfuerzo conjunto de todos, más allá de diferencias sociales, políticas o económicas.

Las voces del estallido

Durante el estallido escuché muchas voces, algunas todavía las escucho. Me reafirmaron mis valores y creencias.

El periodismo no puede estar al servicio de los poderosos; debe estar al servicio de los ciudadanos y ser el puente que los conecta con quienes tienen las soluciones.

El estallido social no fue un fenómeno homogéneo. En la calle, la protesta tenía múltiples rostros y discursos.

Algunos hablaban desde la indignación, otros desde el dolor, y otros desde la esperanza de que las cosas realmente podían cambiar.

Tres de esas voces siguen presentes en mi vida. Mayra Mueses, una joven activista, me hizo ver que el estallido fue también un despertar colectivo.

Para ella, la protesta demostró que la juventud tiene un poder que no siempre reconoce y que, cuando se organiza, puede transformar la realidad.

Como muchos jóvenes no encontró el camino a su futuro en nuestro país y emigró a Europa. Andrés López me recordó que la rabia en las calles no nació de un día para otro, sino que era el reflejo de una frustración acumulada por años de abandono y falta de oportunidades.

Su camino hacia el cambio lo está recorriendo en el mundo de la política. No me lo ha dicho pero empiezo a percibir algo de frustración.

Geovanny Jurado (‘Eco’) me mostró la complejidad humana de la protesta: su hermano era miembro del ESMAD y murió durante el estallido, y en ese duelo entendió que más allá de los bandos, la lucha de fondo era la misma. El sigue lidiando con las dificultades y la falta de recursos de los líderes sociales.

Tres años después del paro, organicé un conversatorio con personas que lo vivieron de maneras muy distintas. En la Biblioteca Departamental nos dimos cita para escucharnos.

Allí conocí a Yojan Gómez, quien me reforzó la idea de que, a pesar de las diferencias ideológicas que podamos tener, con respeto podemos construir juntos y que, al final, todos queremos lo mismo: una mejor calidad de vida, prosperidad y progreso.

Su proyecto, Cali Habla, encarna de manera hermosa lo que creemos en el poder del diálogo, recordándonos que unidos podemos construir un futuro mejor.

El encarna para mí que podemos sentir afecto, admiración y respeto por personas que piensan distinto y que por el contrario nos enriquecen con su visión.

Ellos son solo cuatro de las valiosas personas que conocí con motivo del paro y que sigo escuchando en actividades periódicas.

Son un polo a tierra que me recuerda que, si bien todos estamos en la misma tormenta, no todos vamos en el mismo barco.

El poder del diálogo

Uno de los procesos más impactantes que surgió después del estallido fue el diálogo entre policías y manifestantes, facilitado por el Instituto para la Paz de Estados Unidos.

En esos encuentros, ambos grupos dejaron de verse como enemigos. “Cuando conocí a Alejandro, un patrullero de la Policía, me di cuenta de que era un joven como yo“, me contó Daniel, uno de los manifestantes que participó en el proceso.

El reconocimiento mutuo no borra lo que ocurrió en las calles, pero abre la posibilidad de imaginar un futuro distinto, donde las diferencias no conduzcan al enfrentamiento.

Las cicatrices del estallido

El estallido dejó heridas profundas. Las noches de helicópteros y disparos no se borran fácilmente. Los bloqueos trajeron consecuencias para la ciudad, los enfrentamientos con la fuerza pública marcaron a muchas familias, y la polarización no desapareció con el fin de las manifestaciones.

Las consecuencias del estallido son tantas, las heridas tan profundas que el miedo sigue latente.

Cali debe seguir avanzando en la reconciliación. Los estallidos no pueden convertirse en una amenaza, ni en un anhelo, mucho menos en una táctica política.

Más allá de la resistencia

Hoy, el estallido social ya no llena titulares. Pero eso no significa que sus causas hayan desaparecido.

Los problemas que llevaron a los jóvenes a las calles siguen allí: la falta de oportunidades, la desconfianza en las instituciones, la desigualdad.

Sin embargo, también han quedado semillas de cambio. Aquellos que se encontraron en las calles han seguido construyendo desde distintos frentes: en el activismo, en la educación, en el trabajo comunitario.

Porque la protesta, por más intensa que sea, solo es el inicio de la transformación.

La pregunta que sigue en el aire es: ¿Qué se hace después de una crisis social de esta magnitud? Los estallidos no son puntos finales, sino pausas incómodas que obligan a replantear el camino.

Lo que quedó del estallido no es solo una serie de recuerdos. Es una lección de que la sociedad está en constante construcción, de que la indignación puede ser el inicio de un cambio y de que la historia de una ciudad no la escriben solo quienes gobiernan, sino también quienes exigen ser escuchados.

Desde la sala de redacción: 35 años de periodismo

Este proyecto es una mirada al pasado, al presente y al futuro de Colombia a través de la experiencia periodística. A través de estas crónicas, busco no solo recordar, sino entender las lecciones que el tiempo nos ha dejado.

Porque el periodismo no es solo contar la historia, sino cuestionarla y, en ocasiones, desafiarla.

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