Colombia en la cuerda floja: recesión a la vista

El panorama económico de Colombia se tiñe de un oscuro matiz que preocupa a todos los estratos sociales.

Los indicadores muestran una desaceleración inminente, un brusco cambio de dirección que nos encamina hacia el borde de la recesión.

El crecimiento proyectado del 1,5% para este año es una pálida sombra en comparación con el vigoroso 7,1% que el país exhibió apenas un año atrás.

Esta desaceleración no es un simple tropiezo, es la antesala de una crisis económica de proporciones alarmantes.

El reciente descenso del Producto Interno Bruto en el tercer trimestre es la voz de alerta más estridente hasta ahora.

Sectores vitales como la industria, la construcción y el comercio arrojan cifras negativas desde hace meses, un indicio inequívoco de la tormenta que se avecina.

Las decisiones gubernamentales, lejos de mitigar este riesgo, parecen empujar al país hacia el abismo.

El constante incremento en los precios de la gasolina y el anuncio de alzas en el diésel auguran aumentos generalizados que golpearán los bolsillos de todos los ciudadanos.

El denominado “impuesto saludable” presiona especialmente a los estratos más vulnerables, agudizando la tensión en una sociedad ya afectada por la carestía.

En este contexto crítico, es desconcertante la pasividad del gobierno del presidente Gustavo Petro.

¿Por qué no se implementan medidas efectivas para contrarrestar esta crisis inminente? ¿Por qué no se impulsan programas que revitalizan la construcción, generando empleo e inversión? La falta de estímulo a proyectos de infraestructura y la ausencia de políticas que fomenten la inversión privada ahondan nuestra caída hacia una recesión de consecuencias impredecibles.

Evitar la recesión no es solo una necesidad económica, es una obligación moral para salvar el futuro de Colombia. El país está en la cuerda floja.

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