Cali, mayo 9 de 2025. Actualizado: jueves, mayo 8, 2025 23:18
No lo vea como un fracaso, sino como el cierre de un ciclo
Cómo asumir el dolor de la separación y salir fortalecido
La separación de una pareja, ya sea por decisión propia o ajena, es una de las experiencias más dolorosas que puede atravesar una persona.
No solo marca el fin de una historia compartida, sino que suele traer consigo un torbellino emocional: tristeza, confusión, culpa, miedo y, a veces, una sensación de fracaso.
En una sociedad donde el amor romántico se idealiza como sinónimo de plenitud, el final de una relación suele percibirse como una derrota.
Sin embargo, no tiene por qué ser así.
Asumir el dolor de la separación no significa hundirse en él, sino permitir que duela para poder sanar.
Negarlo o anestesiarlo con distracciones puede posponer el proceso, pero no evitarlo.
Según psicólogos como Walter Riso, atravesar el duelo amoroso implica transitar varias etapas: negación, ira, negociación, tristeza y aceptación.
Cada persona vive este recorrido a su propio ritmo, y no hay una única fórmula válida para superarlo, pero sí algunas claves que pueden ayudar a sobrellevarlo de manera más saludable.
¿Cómo hacerlo?
Primero, es fundamental permitirse sentir. Llorar no es debilidad, es parte del proceso.
Escribir lo que se siente, hablar con alguien de confianza o acudir a terapia son herramientas que permiten liberar y organizar las emociones.
En segundo lugar, es clave evitar idealizar la relación.
Muchas veces, tras la ruptura, se tiende a recordar solo lo bueno y a ignorar las razones que llevaron al quiebre.
Reconocer los errores y asumir lo vivido con honestidad es esencial para reconstruirse con mayor claridad.
También es importante reenfocar la rutina.
Una separación implica una reorganización de la vida cotidiana, que puede generar ansiedad, pero también representa una oportunidad para reconectar con uno mismo.
Volver a hobbies abandonados, retomar amistades descuidadas, o incluso redescubrir el propio cuerpo a través del ejercicio o el autocuidado, puede ser un acto de empoderamiento.
Otro aspecto fundamental es la gestión del pensamiento. La mente tiende a repetir narrativas dolorosas o culpabilizantes, lo que puede alimentar el sufrimiento.
Practicar técnicas como la atención plena (mindfulness) o el reencuadre cognitivo ayuda a observar esos pensamientos sin dejarse arrastrar por ellos.
Cambiar el “¿por qué me pasó esto?” por un “¿qué puedo aprender de esto?” transforma el dolor en crecimiento.
En muchas culturas, el amor propio es una noción abstracta.
Pero después de una separación, se vuelve urgente aprender a estar con uno mismo sin sentirse solo.
No como un refugio forzado, sino como una elección consciente.
La soledad no tiene por qué ser vacía. Puede ser el terreno fértil donde se cultiva una nueva versión de nosotros mismos.
Finalmente, es clave entender que sanar no significa olvidar, sino integrar.
No se trata de borrar los recuerdos, sino de resignificarlos.
El dolor, aunque incómodo, puede ser un gran maestro.
Y el final de una relación no debe verse como un fracaso, sino como el cierre de un ciclo. Uno que deja enseñanzas y espacio para nuevos comienzos.
Porque a veces, perder a alguien también es encontrarse.
Y en medio del dolor, hay una posibilidad latente: la de renacer más conscientes, más fuertes, más libres.