El trauma silencioso de crecer viendo infidelidades en casa

Aunque muchos piensen que los niños no comprenden lo que sucede a su alrededor, la realidad es que perciben mucho más de lo que los adultos creen.

Crecer en un hogar donde las infidelidades son constantes, aunque no se hablen abiertamente, puede dejar huellas emocionales profundas.

Este trauma silencioso puede afectar la autoestima, las relaciones futuras y la manera en que una persona construye su concepto del amor y la fidelidad.

Los niños sí se dan cuenta

Las infidelidades en el hogar no siempre necesitan palabras para ser evidentes. Las ausencias prolongadas, los mensajes ocultos, las discusiones constantes o los cambios de actitud entre los padres son señales que los niños perciben claramente.

Aunque no entiendan los detalles, sí captan que algo está mal. Esta confusión genera inseguridad, ansiedad y, en muchos casos, culpa.

Muchos hijos de padres infieles crecen sintiendo que deben tomar partido, guardar secretos o proteger a uno de los dos. Esto los expone a una carga emocional que no les corresponde, y que puede afectar su desarrollo emocional.

Cómo impacta en la vida adulta

El trauma de crecer viendo infidelidades se manifiesta de muchas maneras en la vida adulta. Una de las más comunes es la dificultad para confiar en los demás.

Las personas que vivieron estas experiencias pueden tener relaciones marcadas por los celos, el miedo al abandono o la necesidad constante de controlar a su pareja.

También es frecuente que repitan patrones de comportamiento. Algunas personas terminan siendo infieles, como una forma inconsciente de normalizar lo que vieron en su infancia. Otras, en cambio, evitan a toda costa involucrarse emocionalmente, como mecanismo de defensa.

La baja autoestima es otro efecto frecuente. Crecer viendo a uno de los padres siendo traicionado o traicionando puede generar sentimientos de indignidad, desconfianza hacia el amor o confusión sobre lo que significa una relación sana.

El silencio también daña

Uno de los aspectos más dolorosos de este tipo de trauma es el silencio que lo rodea. Muchas veces, las infidelidades se esconden bajo una fachada de “familia perfecta”, lo que lleva al niño a dudar de sus emociones y percepciones.

Este gaslighting emocional puede hacer que, ya adulto, le cueste confiar en sus propios sentimientos o intuiciones.

Además, al no poder hablar abiertamente de lo que sucede, el niño aprende a reprimir sus emociones, a fingir que todo está bien y a ocultar el dolor.

Esta represión emocional puede desencadenar problemas de ansiedad, depresión o incluso somatización física en la adultez.

Romper el ciclo: sanar y reconstruir

Aunque el trauma de haber crecido viendo infidelidades puede ser profundo, también es posible sanarlo. El primer paso es reconocer que lo vivido sí tuvo un impacto.

Validar las emociones de aquel niño herido es esencial para comenzar un proceso de sanación.

Buscar apoyo psicológico, ya sea a través de terapia individual o grupal, puede ayudar a entender cómo esas experiencias moldearon la forma de amar y relacionarse.

Aprender a construir relaciones sanas, basadas en el respeto y la comunicación, es parte del proceso de romper con ese ciclo.

También es importante saber que no estás condenado a repetir la historia. Comprender el pasado no significa justificarlo, sino aprender de él para tomar decisiones más conscientes en el presente.

Hablar es el primer paso

El trauma de crecer viendo infidelidades no siempre deja cicatrices visibles, pero sí profundas. Hablar del tema, compartir la experiencia y buscar ayuda profesional puede ser un acto de liberación.

Porque el silencio, aunque parezca protector, muchas veces es el cómplice del dolor.

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*Este artículo fue elaborado por un periodista del Diario Occidente usando herramientas de inteligencia artificial.

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