Don Olindo, hasta luego

Rosa María Agudelo

Un inversionista, un jefe, un consejero, un amigo. Ese fue el recorrido de los 25 años que compartí con don Olindo.

Despedirlo deja un gran vacío.

Extrañaré las tardes de largas conversaciones sobre lo divino y lo humano: negocios, política, desarrollo tecnológico, sueños urbanos, educación, generación de empleo, democracia, libertad, labor social de los periodistas, función del diario.

Con don Olindo se podía hablar y aprender de todo.

Me tomó algunos años entender su español y disfrutar plenamente de las conversaciones.

No sé si él mejoró el idioma o yo afiné mi oído.

Con el paso del tiempo, además, logré disfrutar del ser humano chistoso, lleno de anécdotas e incluso capaz de hacerme bromas “pesadas”.

Don Olindo era el principal lector del diario, lo leía hasta la última letra. Un día me dijo que había un error en un edicto.

¿Qué hace leyendo los edictos? le pregunté.

“Busco negocios”, me contestó.

Así era él, un visionario que veía en los problemas oportunidades y que se divertía resolviéndolos como un niño frente a un acertijo.

En las épocas más duras del diario, cuando todos esperaban que Occidente se acabara, antes de partir para Portugal y tras sus cortas visitas, siempre me decía: ¡divierte! Con esa actitud me empujó a hacer cosas que a muchos les parecían descabelladas, que salvaron el periódico y transformaron la empresa. Una empresa a la que siempre le invirtió tiempo, dinero, entusiasmo e ideas.

El reto ahora es enorme, mantener vivo su legado y seguir conduciendo el diario por la ruta que el trazó.

Hasta pronto, don Olindo, en la eternidad nos volveremos a encontrar.