Cali, mayo 9 de 2024. Actualizado: miércoles, mayo 8, 2024 22:56

Luis Ángel Muñoz Zúñiga

El fin de la historia

Luis Ángel Muñoz Zúñiga

Francis Fukuyama, en el libro “El fin de la historia y el último hombre” (1992), afirmó que la historia, como lucha de ideologías, había terminado, con la aparición de un mundo final basado en una democracia liberal que se imponía tras el fin de la Guerra Fría.

Los conflictos globales, las invasiones y las guerras, pronto le restaron validez a su final feliz anunciado.

No hubo necesidad de esperar que el tiempo contrariara su tesis, varios historiadores lo desvirtuaron con fundamento.

Pero resulta que en nuestro país hay otro personaje, que no predice su fin, sino que le niega su pasado glorioso y sus líderes legítimos.

Armando Martínez Garnica, presidente de la Academia Colombiana de Historia, afirma que “sean los novelistas románticos de la segunda mitad del siglo XIX, especialmente Constancio Franco Vargas y doña Soledad Acosta de Samper, los que crearon los mitos, tanto de José Antonio Galán, como de Manuela Beltrán”.

Me sorprendió sobre manera, que hoy antes de hilvanar esta columna, le escogí un título, cosa que siempre hago al final, pensando en “El fin de la historia y el último hombre”.

Esa teoría que hace tres décadas les sirvió de réquiem contra los historiadores marxistas y de retorno al siglo XIX, es su referente histórico.

No escogí este título para hacer coro con él, sino contra su aseveración irreverente ante notables historiadores que legaron verdaderos tratados: Germán Arciniegas, Indalecio Liévano Aguirre, Antonio García, Juan Friede, Ignacio Torres Giraldo, Hugo Rodríguez Acosta y, otros, que también formaron nuestra conciencia.

La aseveración de Armando Martínez Garnica me hace sospechar que él sea el último hombre, del fin de la historia de Fukuyama.

Investigar la historia no necesita de acreditación, ni fama académica, sino de rigor científico al incursionar en los archivos o al consultar en fuentes bibliográficas serias.

La tradición oral y la memoria histórica tienen igual, o quizás más peso, que un manejo sesgado de documentos hallados en algún archivo.

Armando Martínez, con una constancia dejada en 1878 por un bibliotecario –desconocemos si ese bibliotecario complacía intereses reivindicadores de descendientes con apellido anónimo- y ahora quiera armar la polémica para relevar la historia clasista de un hecho que por décadas se ha considerado la principal causa interna de nuestra independencia.

Desconocer la historia nos condenaría a que la repitamos.

Digámoslo, más llanamente, el desconocer la historia comunera nos condenaría a la resignación ante cualquier acto de opresión.

La revolución comunera se inició cuando Manuela Beltrán arrancó los edictos de los nuevos impuestos, configurando la respuesta popular contra el azote tributario con que el virreinato sometía a la Nueva Granada.

Esa enseñanza histórica, doscientos cuarenta años después, sirvió de ejemplo para la protesta social que rechazó el paquetazo tributario que quiso imponernos Alberto Carrasquilla.

En el proyecto político comunero contra el régimen inhumano neocolonial, participaron Francisco Berbeo, conjuntamente con los hermanos Rosillo Plata y la jefatura militar del líder José Antonio Galán, pero difiriendo en intereses económicos y políticos.

Si conocemos el papel histórico encarnado por José Antonio Galán, nos explicaremos con claridad y por analogía el actual momento de transformaciones sociales, de reformas cuya aprobación tienen que pasar por el Congreso de la República, recinto de legisladores que se rasgan las vestiduras en favor de los colombianos, pero que votan contra su salud.

“Toda esa mitología patriótica es de gente romántica y liberal que publicó entre 1870 y 1900”.

¿Qué pretenderá Armando Martínez tratando de anular a Manuela Beltrán y José Antonio Galán, estigmatizándoles de “mera ficción”? Seguramente relevar los líderes del primer levantamiento popular.

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martes 7 de marzo, 2023
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