Cali, junio 22 de 2025. Actualizado: viernes, junio 20, 2025 23:20
Entre mujeres, ¿compañeras o rivales?
A lo largo de la historia, el vínculo entre mujeres ha estado marcado por una paradoja dolorosa: compartimos el mismo camino, los mismos desafíos, luchamos por derechos comunes, y sin embargo, con frecuencia, nos miramos como enemigas en lugar de aliadas.
Esta no es una situación nueva. Viene desde tiempos antiguos. Ya en Isaías 3:12 se nos advertía que “las mujeres se levantarán unas contra otras”.
También en la historia sagrada, secular y hasta en la literatura, encontramos ejemplos de mujeres enfrentadas entre sí: desde Sara y Agar, hasta las envidias de las hermanastras de Cenicienta o las intrigas de cortes y palacios.
En muchas de estas historias, la mujer es retratada como rival de su propia especie. Es triste, pero real.
Y lo más inquietante es que este patrón no ha cambiado con el paso de los siglos. Aun hoy, en plena era del empoderamiento femenino, donde hablamos de igualdad, liderazgo, libertad de pensamiento y sororidad, seguimos arrastrando comportamientos que nos dividen.
Me duele ver cómo entre mujeres no nos tendemos la mano, no nos defendemos, no celebramos los logros ajenos.
A veces, hasta parece que una mujer exitosa, fuerte o visible se convierte automáticamente en una amenaza para otra.
Llevo años observando esto. Y lo he confirmado incluso en este país donde ahora vivo, tan avanzado en tantos aspectos, pero donde la mujer sigue cargando con heridas y reacciones heredadas que la hacen ver a otra mujer como una competencia, no como una aliada.
Lo he vivido en carne propia. En muchos casos, he recibido más ayuda, sin condiciones, de parte de un hombre que de una mujer.
¿Por qué? Porque entre ellos sí han aprendido a cubrirse, a defenderse, a “taparse con la misma cobija”.
Entre hombres es raro que se “pisen la manguera”, como dice el dicho popular. Ellos entienden que el éxito de uno no anula al otro.
Y yo me pregunto: ¿Cuándo aprenderemos eso nosotras?
A nuestra edad, ya pasados los 50, después de tanto proceso de sanación, de trabajo interno, de reconstrucción personal, deberíamos tener la capacidad emocional para ver en otra mujer a una compañera de camino.
Aceptar que nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros colegas, conviven con otras mujeres que no somos nosotras, y eso no nos resta valor.
Deberíamos haber entendido que el brillo ajeno no apaga el nuestro, y que ayudar, apoyar y reconocer a otra mujer no nos disminuye: nos engrandece.
Es triste ver que muchas veces, mientras una mujer lucha por escalar, otra le suelta la escalera. Y entre más maduras, pareciera que más se intensifica el miedo, la inseguridad, los celos, la comparación y la crítica.
¿Será que no hemos sanado lo suficiente? ¿Será que seguimos creyendo que si otra puede, yo no?
Esta columna no es un reproche, es una llamada amorosa. A mí misma, a ti que me lees, a todas nosotras: hagamos el cambio.
Porque la transformación no llega desde afuera. Comienza en el corazón de cada mujer que decide dejar de ver a otra como rival para verla como hermana.
Comienza cuando reconocemos que somos más fuertes juntas, que el camino se hace más amable si lo andamos de la mano.
Hoy te invito a que empieces contigo. ¿Qué tal si esta semana eliges celebrar el logro de otra mujer? ¿Si te acercas a esa compañera que no te cae tan bien y le haces un elogio sincero? ¿Si decides ser tú la que tiende la mano, sin esperar nada a cambio?
Porque nos necesitamos. Porque tenemos tanto por construir. Porque si nos unimos, no hay límite a lo que podemos alcanzar.
Ser mujer de 50+ con estilo es también tener la madurez de elegir la paz sobre la rivalidad, la empatía sobre el juicio, y el apoyo sobre la competencia. Que así sea, para ti, para mí, y para las que vienen detrás.