Cali, julio 12 de 2025. Actualizado: viernes, julio 11, 2025 23:27

Pablo Hernández HusseinColum

La reivindicación del silencio

Pablo Hernández Hussein, abogado en Scola Abogados

Nos han enseñado a hablar. A muchos, a gritar. Hemos aprendido que levantar nuestra voz es un acto de valiente irreverencia que tiene como fin el cambio.

“No podemos callar”, dicen algunos. “Es hora de levantar nuestra voz”, dicen otros. Y sí, existen en nuestro país situaciones preocupantes que nos hacen pensar en protestar a viva voz todos los días.

Sin embargo, so pretexto de hacernos oír y de hacer expresas nuestras inconformidades, lo cual es loable y necesario, hemos utilizado nuestras voces como armas para juzgar, irrespetar, dañar, herir y matar.

Ya no hay interlocutores, ya no hay conversaciones, ya no hay diálogo, ya no hay debate. Solo hay voces que gritan, cada una intentando sobresalir y apagar a las demás.

Quien piensa diferente no es digno de ser escuchado, de ser entendido o si quiera de ser atendido. Ya no hay opositores o contradictores, ahora solo hay enemigos. Y nos han dicho que al enemigo no lo podemos dejar hablar.

Y es que el problema no es levantar la voz. En muchas ocasiones hay que hacerlo. El problema es que cuando todos hablamos, sin escucharnos, lo único que generamos es ruido, y el ruido solo refleja desarticulación, desacuerdo, distorsión y desajuste. Adjetivos calificativos que bien definen a nuestra sociedad actual.

Tal vez haciendo conciencia de esta difícil situación, este fin de semana se llevó cabo la marcha del silencio.

Un acto simbólico de gran potencia en el que millones de colombianos llenaron las calles para decirlo todo sin mover los labios.

Para gritar en silencio contra la violencia, la maldad, la desidia, la falta de empatía y tantas cosas más que han venido dañando a Colombia.

La marcha permitió que el potente sonido del silencio inundara nuestros oídos. Permitió escucharnos a nosotros mismos, al latido de nuestros corazones que claman paz, al sonar de nuestros pasos que gritan “basta, es tiempo de cambio”.

Sin embargo, hay que recordar que marchas como estas ya han tenido lugar en nuestro país y lamentablemente, todo sigue igual. A finales de la década de los cuarenta, Gaitán lideró la “manifestación del silencio”.

Hace más de setenta años las calles también se llenaron en una protesta silenciosa. Tan poderosa fue la marcha en esa oportunidad, que el mismo Gabriel García Márquez se refirió a ella de la siguiente manera: “un desfile de duelo por las incontables víctimas de la violencia (…). Su consigna era una sola: el silencio absoluto. Y se cumplió con un dramatismo inconcebible… Así fue la “marcha del silencio”, la más emocionante de cuantas se han hecho en Colombia.”

Las marchas pasan. La de Gaitán paso. La de este fin de semana también pasó. Y ahora la pregunta es ¿qué viene? Más allá de las marchas, que son valiosas, debemos entender que ellas en sí mismas no son nada si el mensaje enarbolado no se replica en nuestro diario vivir. Día tras día debemos reivindicar la potencia y el poder del silencio.

Debemos entender que las palabras que hemos levantado contra los demás han sido las armas que han traído violencia a nuestro país y es tiempo de que esas armas no disparen más.

Es tiempo de bajar la voz y reflexionar. Es tiempo de escuchar al otro, permitirnos la oportunidad de entender sus razones, sus posiciones y sus argumentos.

Pero esto no en una marcha de domingo, esto todos los días y en todos los escenarios.

¿Qué pasará el día que pongamos límite a nuestros discursos? ¿Qué pasará el día que pongamos talanquera a nuestras opiniones? ¿Qué pasará si por un momento dejamos de imponer nuestra razón? ¿Qué pasará cuando escuchemos a quien piensa diferente sin llamarlo ignorante?

Hace poco vimos al presidente en una intervención refiriéndose a la milagrosa mejoría de Miguel Uribe.

Decía que la ciencia no podía explicar los avances vistos, pues a causa de la bala, Miguel no debería estar con nosotros.

Y decía que este era el resultado de estar unidos como colombianos, de haber levantado nuestras oraciones y de habernos unido en una sola energía, en un solo espíritu en favor de la vida de Miguel.

Y sí, en eso tuvo razón el presidente. Cuando nos unimos en un mismo espíritu logramos grandes cosas. Pero sobre esto hay que recordar lo que un sabio mencionó algún día y es que “tanta palabra, mata el espíritu”.

Entonces, si queremos que ese espíritu de unidad florezca y se mantenga, tenemos que esforzarnos para que nuestras palabras sean cada vez menos y para que aquellas que salgan de nuestra boca tengan una verdadera intención de construir, de reparar y de sanar. Menos hablar, más escuchar, más pensar y más actuar.

Debo aclarar. El silencio no es indiferencia. Porque así lo hemos calificado. Lo hemos estigmatizado. Hemos pensado que callar es sinónimo de miedo, de permisividad, de alcahuetería. No.

El silencio es una virtud, porque refleja consideración con nuestro entorno. Refleja calma. Refleja amor y refleja unidad de espíritu. La RAE así lo define: “Abstención de hablar. Falta de ruido. Sinónimo de paz, sosiego, tranquilidad, calma y reposo” ¿No es todo esto lo que necesita Colombia?

Reivindiquemos la potencia y el poder del silencio, porque bien lo dice el proverbio “es de sabios guardar silencio y de inteligentes mantener la calma. Hasta el necio pasa por sabio cuando calla.”

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jueves 3 de julio, 2025
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