Cali, octubre 18 de 2025. Actualizado: viernes, octubre 17, 2025 23:59
Las causas por las que vale la pena luchar
La vida es el momento de la existencia individual que debemos disfrutar, para aprender, compartir, reír y avanzar en los propósitos más nobles de la humanidad.
Recorrerla implica experimentar aflicción, dolor, tristeza y sensación de inferioridad e incapacidad, que no solo nos enseñan las limitaciones de cuerpo y espíritu, sino que nos permiten valorar lo bueno sobre lo malo, lo glorioso sobre lo deprimente y la salud sobre la enfermedad, entre otros.
Lo que, cada uno define como sus propósitos, identifica la manera de asumir una vida armoniosa y plena o, por el contrario, una vida de insana competitividad, obsesiva e incapaz de reconocer que somos humanos y, por ende, limitados, pues no nacemos perfectos, ni ilustrados y, ni siquiera, con certeza de cuáles deben ser nuestros objetivos y propósitos finales.
Ya mayores, ¿tiene Usted claramente identificados cuáles son sus propósitos trascendentales, o aquellas causas por las que vale la pena luchar?; es decir, dar más allá del esfuerzo hasta ahora alcanzado e, incluso, sacrificar valores materiales y espirituales para defenderlos?, ¿son realmente trascendentales esas causas por las que Usted está dispuesto(a) a luchar?, ¿o responden más a un capricho, una obsesión o una meta de muy fácil logro?.
Las causas supremas de cada uno no son las que dan satisfacción inmediata (como aprobar una evaluación), sino las que conllevan esfuerzo, convicción y trabajo (como obtener un ascenso como producto del compromiso y el dedicado trabajo).
Tomamos conciencia de esas verdaderas causas cuando, como producto de los altibajos normales de la vida, descubrimos que más que tener hay que ser; más que enriquecerse, hay que compartir; y más que disfrutar hay que servir.
Pero a veces hemos caído, unos más que otros, en agotarnos, en gastar dinero, en perder tiempo, en competir innecesariamente y en cazar peleas sin sentido, por defender causas que no traen crecimiento personal y, ni siquiera, una victoria que produzca orgullo y aporte a la convivencia.
Nos distraemos en ganar una batalla, pero no la guerra. “La vida tiene propósito cuando se orienta al sentido, no al logro”, nos recordaba el austriaco Viktor Frankl en su obra “El hombre en busca de sentido”.
Ningún orgullo ni ejemplo para los demás nos dejan, por ejemplo, conductas como: trabarnos en discusiones infértiles (políticas, religiosas, deportivas…), solo por “ver sangre” o un ganador; acelerar irresponsablemente el carro por no dejarnos sobrepasar de otro; convertir en propósito el superar, liquidar, derrotar, humillar, empobrecer… a un enemigo (sea cual sea); trabajar o endeudarse para acumular dinero para gustos superfluos (moda, tecnología, viajes, fiestas…); obsesionarse con ser popular y tener likes; ordenar nuestra vida para que otra persona nos ame o nos obedezca…. Al fin y al cabo, como señalaba el Nóbel de Literatura, Jorge Luis Borges, “hay victorias que son derrotas disfrazadas”.
En cambio, las verdaderas causas por las que vale la pena luchar son las que nos inspiran a mejorar, a trabajar más y a ser mejores personas; las que nos hacen sentir útiles y muestran que, mientras más difíciles y complicadas sean las circunstancias, finalmente se verá la bella cara del ser humano, la paz, la verdad, la convivencia, el respeto, la espiritualidad, la amistad y la civilidad, entre otros altos ideales.
Defender una convicción que fundamenta nuestra dignidad, vivir con valores, entregar la vida (dinero, tiempo, trabajo, salud…) por el bienestar de seres queridos, asumir las consecuencias de los actos para demostrar la prevalencia del bien sobre el mal, y proteger a los más débiles, son causas por las que vale la pena luchar.
Son grandes, y arriesgadas apuestas, que solamente hacen quienes están convencidos de que el futuro será mejor si el presente va por buen camino, y que esa es una responsabilidad de cada uno.
Vidas luchadas con valor hay muchas: Nelson Mandela estuvo 27 años preso por defender la no segregación; la paquistaní Malala Yousafzai resistió ataques por defender el derecho de las niñas a estudiar; Sócrates prefirió morir a no sacrificar la verdad; y cientos de santos también lo hicieron por oponerse a las injusticias.
Y Usted, ¿está dispuesto a pelear por esas causas trascendentales?