Cali, diciembre 22 de 2024. Actualizado: viernes, diciembre 20, 2024 22:27
Lecciones de paz desde Irlanda del Norte
En la historia de Colombia, una pregunta persiste: ¿es posible construir una paz real y duradera? Para responder, necesitamos examinar las experiencias de otras naciones que, al igual que nosotros, han enfrentado décadas de violencia y sufrimiento.
Mi reciente visita a Irlanda del Norte, un país que vivió su propio calvario en el conflicto conocido como “The Troubles”, me recordó que, aunque el camino hacia la paz es difícil, no es imposible.
Irlanda del Norte nos ofrece una lección esencial.
A pesar de los más de 30 años de enfrentamientos entre unionistas protestantes y nacionalistas católicos, con muros que los separaban, la paz se logró.
Pero esta paz no fue inmediata ni perfecta.
El Acuerdo del Viernes Santo de 1998 no solo marcó el fin oficial del conflicto, sino que abrió una nueva etapa de convivencia, diálogo y, sobre todo, reconciliación.
Este proceso fue posible gracias a la voluntad política, pero también al esfuerzo colectivo de una sociedad que entendió que el odio, la división y la venganza no podían ser el único camino posible.
Colombia, aunque diferente en sus particularidades, enfrenta retos similares.
Llevamos décadas inmersos en un conflicto que ha dejado heridas profundas.
Pero lo que vi en Irlanda del Norte me confirmó que es posible fortalecer un camino hacia la paz, siempre y cuando haya un compromiso genuino con la verdad y la justicia.
En este proceso, la justicia transicional juega un papel clave, pues no se trata de olvidar, sino de reconocer el dolor de quienes han sufrido y de buscar mecanismos para reparar los daños.
En Belfast, capital de este país, visité los “Muros de la Paz”, que alguna vez fueron barreras físicas entre comunidades enfrentadas, pero hoy son un recordatorio del poder de la reconciliación.
En Colombia, nuestras divisiones también son profundas, no solo por el conflicto armado, sino por la desigualdad, la pobreza y la exclusión.
Sin embargo, si algo quedó claro durante mi visita es que la paz no se construye solo en la firma de un acuerdo, sino en el esfuerzo diario por sanar esas heridas y por abrir espacios de diálogo.
El caso de Irlanda del Norte también nos muestra que las víctimas del conflicto no pueden ser relegadas a un segundo plano.
Allí, organizaciones como el Wave Trauma Centre trabajan para brindar apoyo psicológico y herramientas de reconstrucción de vida a quienes sufrieron la violencia.
Este es un componente que en Colombia debemos fortalecer.
La reparación no es solo un derecho de las víctimas, es una condición indispensable para que la paz sea auténtica.
Sin justicia, sin verdad, sin reparación, cualquier esfuerzo será incompleto.
La lección más importante que me llevo de Irlanda del Norte es que la paz es posible, pero requiere de un esfuerzo colectivo y de una voluntad constante.
No basta con acuerdos políticos o con declaraciones de buenas intenciones.
Es necesario un compromiso real de todos los sectores de la sociedad, desde el gobierno, los grupos armados hasta las comunidades locales, para construir un futuro basado en la justicia y la verdad.
Este es el reto al que nos enfrentamos en Colombia: dejar atrás el odio y la división para seguir construyendo un país donde la paz sea una realidad tangible.