Un Nobel a la oposición

Rosa María Agudelo

Escuchar la llamada que anunció el Nobel de Paz a María Corina Machado fue conmovedor. La emoción no fue solo suya.

También debe ser para todos los que creen en la democracia. Igualmente para aquellos que sufren el dolor de no poder desarrollar su proyecto de vida en su país.

Porque este premio no es solo para ella, ni solo para Venezuela. Es para todos los que alguna vez han sentido que deben defender la democracia.

María Corina representa la voz de quienes no se rinden. De quienes resisten frente a un régimen que coopta las instituciones, los recursos y hasta la esperanza.

Este reconocimiento honra la valentía, pero también recuerda el precio que pagan los opositores en contextos totalitarios. No se premia los resultados, se premia la coherencia

Este Nobel también nos alerta sobre los falsos profetas. Sobre cómo un pueblo, seducido por promesas de igualdad, terminó atrapado en una pesadilla.

Venezuela cayó no solo por Chávez, sino por la alianza perversa entre poder, narcotráfico y violencia. Una fórmula que otros han intentado replicar en América Latina.

Lo que se celebra hoy es la diferencia. Es que sea ella —y no Maduro— quien se lleve el Nobel envía un mensaje al planeta: el fin no justifica los medios.

El poder no otorga licencia para destruir instituciones. Y la democracia, una vez perdida, no se recupera fácilmente.

El Nobel nos recuerda que la democracia no se hereda. Se defiende cada día porque se destruye con pequeños actos cotidianos que van en contra de la Constitución, de la Ley, de las instituciones aunque se logren vender como llaves a la libertad o a la igualdad.