Una sociedad que recluta niños no tiene futuro

El reclutamiento forzado de menores es una herida moral que impide hablar de progreso o justicia en Colombia.

Una sociedad que permite que sus niños sean convertidos en soldados, informantes o instrumentos de guerra, es una sociedad inviable.

Este crimen crece incluso en zonas urbanas y Cali, por su ubicación y desigualdad, ya enfrenta el riesgo de convertirse en un nuevo escenario de captación.

En el país, 2.949 niñas, niños y adolescentes fueron vinculados a grupos armados ilegales desde 2017. Detrás de esas cifras hay familias destruidas y comunidades que han perdido su infancia colectiva.

En departamentos como Cauca y Valle del Cauca, donde las disidencias de las Farc y otras estructuras criminales ejercen control, el reclutamiento ya se volvió parte del paisaje de la violencia.

El drama es mayor porque ahora las redes sociales se convirtieron en campo de caza. Los reclutadores ofrecen dinero, fama o una falsa sensación de poder a jóvenes marcados por la pobreza, el abandono estatal y la falta de oportunidades.

Mientras tanto, los mecanismos de protección avanzan con lentitud, y el Estado sigue tratando con benevolencia a los mismos grupos que cometen esta atrocidad.

Un país que firma pactos con quienes secuestran a sus niños no puede hablar de paz. La verdadera justicia no se mide en mesas de negociación, sino en la capacidad de proteger a los más indefensos.

Defender a los niños de Gaza es una causa noble, pero también lo es defender a los niños de Cali, del Cauca y del resto del país, que hoy son reclutados, explotados y silenciados.

Ojalá el presidente Gustavo Petro, tan activo en los escenarios internacionales, dedicara la misma energía a enfrentar este drama interno.

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