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Jorge Luis Borges y García Márquez: antípodas literarios

Golpe, artistas e intelectuales

Golpe, artistas e intelectuales
domingo 17 de septiembre, 2023

Luis Ángel Muñoz Zúñiga
Especial Diario Occidente

El golpe de los militares chilenos no sólo fue cometido contra el presidente Salvador Allende; con el asesinato de Víctor Jara, también golpeó a la “Peña de Los Parra” y a la cultura popular latinoamericana, porque desde el 11 de septiembre de 1973, quedaron proscritas sus canciones populares.

Por eso, en el quincuagésimo aniversario, no basta con la conmemoración de lo político, también debemos resaltar el papel representado para la victoria popular de ese legado artístico cultural.

La Unidad Popular, en las elecciones de 1970, logró la presidencia por el apoyo de los artistas, de los pintores, de los poetas y de los cantores, claro, su figura emblemática fue el gran poeta Pablo Neruda.

En la campaña de la Unidad Popular sus actos políticos iniciaban con las intervenciones musicales de Ángel e Isabel Parra, Víctor Jara, Quilapayún e Inti-Illimani y, el pueblo con fervor coreaba esas canciones tomándolas como himnos de lucha: “Venceremos”, “La Segunda Independencia”, “Canción del Poder Popular”, “El Derecho de Vivir en Paz”, etc.

Arte popular

El arte y la literatura, más que meras expresiones subjetivas, que estimulen el gusto por la belleza estética, siempre serán herramientas de lucha.

La música, la pintura y la novela, jamás serán escépticas a los acontecimientos que afecten a la humanidad.

Erróneo sería descalificar el compromiso artístico, por ejemplo, del “Guernica” (1937), cuadro de Pablo Picasso contra la guerra civil española; igual que, “La Madre” (1906), novela de Máximo Gorki, exponente del realismo socialista.

En la conmemoración del genocidio de Chile, hay que rendir homenajes a Pablo Neruda y a Víctor Jara.

La memoria histórica chilena también tiene en cuenta las voces solidarias de los intelectuales, claro que, algunos con su silencio asumieron actitud de complicidad con la dictadura, mientras, tampoco faltó quien llegó al extremo de convalidar los crímenes del dictador Pinochet.

Con el golpe militar de 1973, vimos cómo los dos escritores latinoamericanos más importantes de la década, Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez, cada uno optó por su respectiva orilla.

Escritores antípodas

Borges y García Márquez, tras el golpe se convierten en antípodas literarios.

La Academia Sueca, en pleno gobierno de Allende, le otorgó el Premio Nobel a Pablo Neruda.

Después del golpe de Pinochet, estuvieron postulados el argentino Jorge Luis Borges y el colombiano Gabriel García Márquez.

Contra todo pronóstico a favor del autor de “Ficciones” y “El Aleph”, se lo negaron; en cambio, nueve años después, en plena dictadura militar en Chile, se lo concedieron al autor de “Cien años de soledad”.

La Academia Sueca expone las razones de mérito, pero no explica por qué contraría las simpatías de los críticos por uno u otro escritor.

En el caso de Jorge Luis Borges, quien murió sin lograr el Premio Nobel, es fácil deducir la razón: pesaron sus declaraciones públicas con que avaló la dictadura de Augusto Pinochet.

Es paradójico que exista un escritor con una pluma que deleita al pueblo, pero que simultáneamente, con su prestigio literario se convierta en el portavoz intelectual de la dictadura más sangrienta contra sus mismos lectores.

Borges pinochetista

Jorge Luis Borges, tres años después del golpe militar y cuando el mundo repudiaba los crímenes del genocidio más sangriento de la historia chilena, visitó muy complacido a Augusto Pinochet.

“Yo soy una persona muy tímida, pero general Augusto Pinochet: Usted se encargó de que mi timidez desapareciera, y todo resultó muy fácil. Eres una excelente persona, su cordialidad, su bondad… Estoy muy satisfecho… El hecho de que aquí, también en mi patria, y en Uruguay, se esté salvando la libertad y el orden, sobre todo en un continente anarquizado, en un continente socavado por el comunismo. Ya expresé mi satisfacción, como argentino, de que tuviéramos aquí al lado un país de orden y paz que no es anárquico ni está comunizado”.

El golpe y García Márquez

Gabriel García Márquez dirigía la “Revista Alternativa”, con el eslogan “Atreverse a pensar es empezar a luchar”, medio informativo alternativo que dedicó para analizar la situación política de Colombia y para denunciar el terror que padecía la hermana república araucana.

En febrero de 1974, publicó el Cuadernillo Especial No.1 de Alternativa “Chile, el golpe y los gringos”.

Medio siglo después, leyendo el citado cuadernillo, entenderemos la otra orilla de Gabriel García Márquez, que demuestra cual debe ser la verdadera misión de los intelectuales.

Siempre recordaremos que sus posiciones políticas fueron fieles a su producción novelística.

“A la hora de la batalla final, con el país a merced de las fuerzas militares, Salvador Allende continuó aferrado a la legalidad –escribió Gabo. La contradicción más dramática de su vida: ser al mismo tiempo, enemigo congénito de la violencia y revolucionario apasionado y él creía haberla resuelto con la hipótesis de que las condiciones de Chile permitían una evolución pacífica hacia el socialismo dentro de la legalidad burguesa. La experiencia le enseñó demasiado tarde que no se puede cambiar un sistema desde el gobierno sino desde el poder. Esa comprobación tardía debió ser la fuerza que lo impulsó a resistir hasta la muerte en los escombros en llamas de una casa que ni siquiera era la suya, una mansión sombría que un arquitecto italiano construyó para fábrica de dinero y terminó convertida en el refugio de un presidente sin poder. El Presidente resistió durante seis horas (…) Allende amaba la vida. Su virtud mayor fue la consecuencia, pero el destino le deparó la rara y trágica grandeza de morir defendiendo el mamarracho del derecho burgués, una Corte Suprema de Justicia que lo había repudiado y había de legitimar a sus asesinos, un Congreso miserable que lo había declarado ilegítimo pero que había de sucumbir complacido ante la voluntad de los usurpadores. (…) Para los golpistas no se trataba simplemente de tumbar a un gobierno, sino de implantar una tenebrosa simiente, con sus terribles máquinas de terror, de tortura y de muerte, hasta que no quedara en Chile ningún rastro de las condiciones políticas y sociales que hicieron posible la Unidad Popular. Cuatro meses después del golpe, el balance era atroz: casi 20 mil personas asesinadas, 30 mil prisioneros políticos sometidos a torturas salvajes, 25 mil estudiantes expulsados y más de 200 mil obreros licenciados. El drama ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo y que se quedó en nuestras vidas para siempre”. (Chile, el golpe y los gringos).

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