Cali, agosto 23 de 2025. Actualizado: viernes, agosto 22, 2025 23:56

El libro de Gustavo Álvarez Gardeazábal

Un papagayo que dará de qué hablar

Un papagayo que dará de qué hablar
Foto: @CulturaValle
viernes 22 de agosto, 2025

Leonardo Medina Patiño

A pocos meses de su llegada los ochenta años, donde seguramente celebrará a su manera, dado que es una fecha a la que siempre ha otorgado especial reverencia, el escritor vallecaucano Gustavo Álvarez Gardeazábal nos regala, como el culmen de su exitosa vida literaria, su reciente libro titulado “El papagayo tocaba violín” (Intermedio editores).

Con una portada colorida, fuerte, que refleja lo que ha sido él, y que bien ha sabido interpretar Alfredo Saldarriaga, quien le acompaña –en todos sus pasos– desde hace varios años.

En diferentes ferias del libro, espacios culturales, tertulias, presentación de re ediciones de sus obras, Gardeazábal anunciaba el libro que estaba concluyendo y que era su autobiografía o sus memorias.

Y, sin ambages, anunciaba el título, hasta que llegó el momento en que presentó el papagayo en la sala máxima de la biblioteca departamental “Jorge Garcés Borrero”, un día antes de la conmemorativa fecha de la independencia de Colombia. Algo ha de anunciar ese papagayo con esa fecha.

El papagayo locutó y mostró –con toda su irreverencia y fino humor-, toda esa historia paisa que hay detrás de su existencia y, con la prosa excelsa e inteligente, salió a la luz pública el libro de 297 páginas, en una edición de la colección Biblioteca Gustavo Álvarez Gardeazábal.

El papagayo, construido en cortos capítulos, detalla una historia familiar que, paralelamente, va aunada a la historia del país.

Se pasean por sus páginas la referencia de batallas (como la de los Chancos), de presidentes, de la violencia (a la que tanto ha dedicado sus letras), de la arriería, de su comarca, de la economía doméstica y nacional, creando un entramado que, si bien tiene ese barniz de memoria o autobiografía, también podría insinuarse que es la historia de una genealogía; así el mismo autor no quiera aceptarlo abiertamente.

Lo dijo en la presentación del libro, que perdería el tiempo quien se dedique a hacer el árbol genealógico que ha detallado en sus pequeños capítulos, ante la insinuación de uno de sus amigos, de hacer un ejercicio similar al que se dedican los literatos con Cien años de soledad.

No se puede desconocer, eso sí, que en “El papagayo tocaba violín” hay un estudio riguroso del árbol genealógico de su familia, que servirá de deleite para quienes se dedican al seguimiento de los apellidos, las derivaciones de estos, los cruces de genes entre tantos embrollos que se presentan cuando una familia llega de una región a otra, y se incrusta en la vida social y política de otra.

Deja ver, en su libro, que, para esa historia, acudió a manuscritos viejos (inéditos) que nadie consultaba porque estaban engavetados, conservados en cajones familiares, como también a la búsqueda de personas que recordaban aun, mucho de lo que narra en el papagayo.

Hay capítulos conmovedores, que pueden dejar al lector estremecido. Incluso puede tomarse como una confesión, por ese gen que incita maliciosamente a la autoinmolación, como él lo denomina, pero que comúnmente llamamos suicidio.

Solo es leer estos renglones, que al transcribirlos tiemblo: “(…) me tocará entonces dejar una carta cuando decida irme para que no queden dudas sobre los genes que heredé…” (página 28) refiriéndose a la carga genética que lleva en su ADN, que incita a tomar esa individual decisión.

Y allí hay un relato triste que siento lo escribió con el corazón en la boca, hablando de Mercedes Estrada, y que contiene ese estilo poético de su narrativa que, cuando se dedica a ello, evidencia lo sublime de su pluma.

El Papagayo tocaba violín, es una obra que será muy bien recibida por la crítica literaria, que estábamos esperando sus amigos, sus lectores, las librerías, el país político, que quiere saber siempre más de quien locuta cada mañana desde El Porce, haciéndonos ver con zoom lo que todos vemos pero no observamos en la realidad de nuestro cotidiano vivir, para darnos luz en la senda que, por estos años, se ha venido oscureciendo, pero que, gracias a escritores como Gardeazabal, se puede continuar –paso entre paso– avivando la edificación de un nuevo país.


Un papagayo que dará de qué hablar

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