Cali, octubre 20 de 2025. Actualizado: domingo, octubre 19, 2025 22:08
Una mirada a la música colombiana
Octubre mes del artista colombiano: Memoria e identidad musical
Luis Ángel Muñoz Zúñiga
Especial Diario Occidente
Octubre es el mes de los artistas colombianos, acorde a la Ley 881 de abril 13 de 2004, que determina rendirles homenaje y manda se promuevan espectáculos para afianzar la identidad nacional.
A través de la historia los músicos y los cantantes, sin demeritar los pintores, los escultores y los actores, son los artistas representativos de la cultura popular, desde la época precolombina, cuando hacían parte de los ritos ancestrales.
Los aborígenes interpretaban instrumentos de viento y de percusión, flautas y tambores, con que producían sonidos naturales imitativos del trinar de las aves, el viento y el agua.
En la conquista, el comercio esclavista negrero, provocó la fusión del percutir andino y los bailes precolombinos con los africanos.
En la colonia, conformadas las familias criollas, se produce un mestizaje musical notorio gracias a los nuevos instrumentos, por ejemplo, la guitarra, que influye en nuestro repertorio.
En la república, se arraiga la identidad musical, que perdura dos siglos, pero que la globalización, las redes sociales, la industria musical y los factores mediáticos generacionales, comienzan a extinguir.
Este informe de Cultura de Diario Occidente, rinde homenaje a todos los artistas y reivindica la memoria e identidad musical.
Crisol musical
Colombia, es país latinoamericano, que etnográficamente tiene cinco regiones, con más ritmos musicales, abundantes letristas, compositores famosos y festivales de música colombiana.
En un espacio de una página es imposible referenciar a la mayoría, sólo mencionamos que la cumbia y el vallenato son los ritmos representativos del Caribe; el currulao y el abozao, del Pacífico; el pasillo y el bambuco, de los Andes; el joropo y el galerón, de la Orinoquía.
En el folclor colombiano no hay ritmo musical que no sea complementario y concordante con su danza y baile populares.
Pero también la música colombiana cuenta con un amplio cancionero representativo de la memoria e identidad nacional, entre sus muchos autores y compositores, destacamos a: Jorge Villamil, José a Morales, Rafael Escalona, Arnulfo Briceño, Rafael Godoy.
Figuran dúos y tríos, con tiple, bandola y guitarra, que inmortalizaron sus canciones: dúo Martínez Gil, Silva y Villalba, Dueto de Antaño, Garzón y Collazos, trio Morales Pino.
Ibagué es reconocida como capital musical de Colombia, pero tenemos casi un centenar de festivales regionales, por ejemplo, en el Valle: el “Mono Núñez” de Ginebra, “Bandola” de Sevilla, “Petronio Álvarez” de Cali, y de Música Andina en el “Queremal”.
Memoria cultural
Las letras de las canciones colombianas son fuente de memoria cultural e histórica: costumbres pueblerinas, leyendas regionales y problemáticas sociales.
Pueblito viejo, de José A Morales, exalta el arraigo de los colombianos: “Hoy que vuelvo a tus lares/ trayendo mis cantares y con el alma enferma de tanto padecer/ quiero pueblito viejo morirme aquí en tu suelo/ bajo la luz del cielo que un día me vio nacer”.
La piragua, de José Barros, narra costumbres costeñas: “Me contaron los abuelos que hace tiempo/ navegaba en el Cesar una piragua/ que partía del Banco viejo puerto/ a las playas de amor en Chimichagua”.
Las acacias, de Vicente Medina, describe cómo quedan los pueblos víctimas de violencia: “Los que fueron la alegría y el calor de aquella casa/ se marcharon unos muertos y otros vivos que tenían muerta el alma/ se marcharon para siempre de esta casa”.
Soy colombiano, de Rafael Godoy, exalta el sentimiento nacionalista: “A mi cánteme un bambuco de esos que llegan al alma/ cantos que ya me alegraban/ cuando apenas decía mama”.
Rebelión, de Joe Arroyo, es memoria histórica sobre el esclavismo: “En los años 1600 cuando el tirano mandó/ en las calles de Cartagena esta historia se vivió”.
Ascenso y declive
En el siglo XX varios factores contribuyen para que la música colombiana se arraigara entre los mayores y los jóvenes: las costumbres familiares, la misión de la educación, la difusión en emisoras y el apoyo de las casas disqueras.
Las generaciones nacidas en los cincuenta afinaron su gusto musical por lo autóctono porque sus madres las despertaban con música colombiana difundida por emisoras cuando la radio aún cumplía una misión cultural, entre otros, recordamos: Mañanitas campesinas, Así canta Colombia.
Hubo franjas musicales independientes patrocinadas por pautas comerciales. Tierra Colombiana, de Eucario Bermúdez, fue el programa televisivo que lanzó a Leonor González Mina.
La escuela hacía homenaje semanal a la bandera, amenizado por sus coros que cantaban lo mejor del repertorio colombiano.
Un disco de música colombiana era un regalo de las empresas a sus trabajadores y de comerciantes a sus clientes.
Pero Los Hermanos Escamilla, anuncian su declive: ”La música de mi tierra/ que se canta en estos días/ no es música de mi pueblo / la encerraron hace tiempo/ la sacan de vez en cuando/ La música de mi tierra/ en una trampa ha caído/ y sólo puede salvarla el pueblo que la ha parido”. (Nelson Osorio)
Crítica y propuestas
La Ley 881 de 2004, no es una norma impositiva, con su artículo cuarto se vuelve opcional, dice que las cadenas de radio y los canales “voluntariamente destinarían espacios de difusión”.
Sabemos que los empresarios de medios consideran que la música colombiana no es comercial. Algunas alcaldías financian proyectos efímeros para formación de coros, para presentarlos en eventos ante públicos curiosos, pero son efímeros programas de gobierno, no institucionalizados y sin objetivos estables, faltos de cobertura universal y que no promuevan el arraigo permanente entre los niños.
En Cali, con iniciativa particular, existen museos de la salsa; la secretaría de cultura debería adquirir esas discotecas de coleccionistas, que al fallecer sus dueños, los familiares botan a la basura como reciclaje. Se dotaría con museos de música colombiana las instituciones educativas.
Los maestros podrían explicar la metáfora con la música colombiana: “El pescador barquero una vez con su red pescó un lucero y feliz lo llevó a su bohío/ Desde entonces se iluminó el bohío/ porque tenía con él a su lucero… Dicen que de pronto se oscureció el bohío/ y sin vida encontraron al barquero/ porque de celos se desbordó aquel rio/ entró al bohío y se robó al lucero”.
Colofón
Colombia tiene suficientes museos de artes plásticas que preservan el patrimonio artístico y se honra la memoria y el legado de los pintores y los escultores, pero exceptuando a Ginebra, que gracias a Fonmúsica, cuenta con su museo de acceso popular que conserva música colombiana, apocalípticamente concluiremos que en nuestro país, la música autóctona está propensa a la extinción.