Cali, agosto 2 de 2025. Actualizado: sábado, agosto 2, 2025 00:07
Tener equilibrio en la vida
¿Su vida es equilibrada? Es decir, en sus pensamientos, acciones, proyectos y relaciones con los demás ¿hay una debida compostura entre lo que dice y hace; entre lo que sueña y trabaja; entre lo que tiene y desea; entre lo que da y recibe y, en fin, ¿entre lo que le sobra y le falta?
Como humanos, tendemos a sentirnos insatisfechos frente a lo que tenemos y frustrados e inconformes ante lo que nos falta.
Y siempre enfrentaremos esas sensaciones. Podemos tener mucho dinero, y carecer de afecto; o muchas limitaciones económicas, pero disfrutar de una gran familia; o estar pletóricos de salud, pero inconformes con nuestro trabajo; o podemos sentirnos incapaces de controlar nuestro apetito y pasiones al tiempo que nos volvemos muy exigentes y pedimos a nuestros seres queridos y compañeros mucho más de lo que es posible o prudente.
Generalmente las personas que enfrentan conflictos de diversa índole, angustias, ansiedades, problemas, son las que experimentan dificultades para llevar una vida en armonía; es decir, una nivelada relación entre lo que esperan frente a lo que tienen y lo que están dispuestas a dar.
Quienes sueñan más allá de lo que sus capacidades y talentos les permiten, se frustran; los que gastan más allá de sus ingresos, se quiebran; los que demandan a sus seres queridos cosas que ellas mismas no dan, se quedan solas… No son conscientes que para recibir hay que dar; para triunfar hay que trabajar; para tener amigos hay que comprometerse; y para soñar un vida mejor, hay que dar pasos decididos y con sentido, todos los días.
Lo mismo sucede con quienes dan más de lo que esperan o reciben. Si bien la religión ha enseñado esto, hay que reconocer que, aunque espiritualmente alimente el pensamiento, lo físico y lo material se agota.
Quien solo recibe malos tratos, una paga injusta o, resignadamente, permite que violenten su integridad y su dignidad, y pierde confianza en su estima y su proyecto de vida se fractura.
Bien nos ha mostrado la historia la importancia de llevar una vida y un camino recto en medio de los extremos.
Aristóteles nos enseñó que el hombre bueno, éticamente hablando, es quien recorre el camino del justo medio que se da como resultado de la prudente valoración entre el exceso y el defecto.
Dicho en términos coloquiales, en reconocer que todo extremo es vicioso. Mismo concepto nos lo recitaban nuestras abuelas: “Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre”.
Y en el mundo oriental, Siddharta Gautama (Buda) advirtió sobre el camino medio para evitar los extremos del placer y la autorrepresión.
Porque la vida equilibrada es aquella que nos permite dimensionar el éxito y la felicidad en la medida en la que logramos actuar coherentemente frente a lo que pensamos, damos y recibimos, produciéndonos paz espiritual.
Y ello se funda en sencillos detalles de conducta que expresan nuestra forma de destinar el tiempo, los recursos, las expectativas y las relaciones con los demás.
A manera de ejercicio reflexivo, le invito apreciado lector, a pensar en esas conductas que le faltan y que le sobran y cuánto le afectan si busca una vida en armonía.
Por ejemplo, ¿le falta: trabajar más para obtener más ingresos, hacer más ejercicio para mejorar su salud; dejar de hacer cosas que, sobradamente, sabe que le hacen daño; cumplir más su propia palabra; ser más consistente con sus propósitos de cada año; reducir el tiempo o alejarse de distracciones que le desconcentran y no le impiden avanzar como quiere?
Asimismo, ¿no cree que le sobra ser tan exigente con los suyos, dar cantaleta permanente, las reiteradas levantadas o acostadas tarde, quejarse de todo y por todo, invertir tanto tiempo en redes sociales e internet, gastar demás dinero en vestuario, o disfrutar más con los amigos que con la familia…?
La lista es indefinida. Y para que no me sobren explicaciones ni me falte espacio, dejo aquí mi columna con la invitación a que depende de cada uno replantear las actitudes y detalles del día a día que, en el fondo, reflejan nuestra esencia.