Cali, agosto 9 de 2025. Actualizado: viernes, agosto 8, 2025 23:45
El Valle sin Petro
En 2022, el Valle del Cauca fue clave para que Gustavo Petro llegara a la Presidencia.
Más de 1,3 millones de vallecaucanos le dieron su voto en segunda vuelta, el 63,85 % del total departamental. Fue uno de los departamentos que más lo respaldó.
Muchos esperaban que ese apoyo se tradujera en una mayor inversión para la región, especialmente frente a gobiernos anteriores que históricamente le han dado la espalda al Valle.
Yo mismo asistí a los Diálogos Vinculantes para la construcción del Plan Nacional de Desarrollo, donde fui testigo de la esperanza de miles de personas que apostaron por un cambio, con la ilusión de ser escuchadas, atendidas y reivindicadas.
Desde esta región, diversa y compleja, se alzaron muchas voces que lograron incluir proyectos clave para cerrar brechas sociales y económicas.
Fruto de la participación de muchos actores y del bloque parlamentario, el Plan Plurianual de Inversiones 2023–2026, que operacionaliza las promesas del Plan Nacional de Desarrollo, incluyó al menos 19 iniciativas regionalizadas para el Valle del Cauca en sectores estratégicos como infraestructura, energía, educación, salud, vivienda, seguridad y desarrollo productivo.
El valor total de esas iniciativas es significativo, pero tres años después ninguna presenta avances relevantes. La mayoría están estancadas: sin estructuración, sin contratación, sin ejecución.
En lo social, las promesas de equidad se diluyeron y, por el contrario, se desfinanciaron varios programas y se redujo el presupuesto asignado al departamento.
En vivienda, los cambios en los criterios de subsidios desaceleraron el ritmo que traía la construcción de interés social.
En educación, de las infraestructuras anunciadas para colegios, casi nada se ha construido.
La ciudadela educativa de Tuluá y la ampliación de la oferta universitaria en el Pacífico siguen siendo promesas en el papel.
En competitividad, la vía Mulaló–Loboguerrero no solo no avanzó, sino que está en riesgo de liquidación.
No se ejecutó el dragado del canal de acceso a Buenaventura y, por el contrario, se afectó una inversión privada en un terminal marítimo ya existente.
No hubo avances en el tren del Pacífico ni en la financiación del tren de cercanías. La licitación para modernizar el aeropuerto del suroccidente nunca salió, y ya se revirtió la concesión actual para que la administre la Aerocivil.
Esta decisión implica que Palmira dejará de recibir alrededor de 30 mil millones de pesos anuales por concepto de contraprestaciones, además del riesgo de deterioro en el nivel de servicio para los usuarios.
Hoy, lo único destacable es que Cali fue seleccionada como sede de la COP16 en 2024 y de la Macrorrueda de ProColombia en 2025.
Pero esto no compensa el abandono general. Ni siquiera en seguridad, donde el Gobierno ha sido reactivo y evasivo frente al avance de estructuras criminales, afectando la inversión y el turismo.
En el Valle no se ejecutó el plan: no llegaron las obras, ni los recursos, ni la voluntad política. Petro ha visitado más veces Venezuela y Estados Unidos (6 visitas a cada uno) que nuestro departamento.
Las pocas veces que vino fue por crisis de orden público en Cali, Jamundí o Buenaventura. Aprovechó esos momentos para hacer discursos, prometer cambios y polarizar, pero nunca volvió con soluciones ni con inversiones reales.
No vino a inaugurar obras ni a firmar convenios importantes. Mientras tanto, la violencia se agudizó, el desempleo persiste y los jóvenes siguen sin oportunidades.
El tiempo se agotó. El Valle sin Petro es una realidad. Ya, en un año, es imposible cumplir las promesas que no se cumplieron. Lo que pudo hacer por el Valle y no hizo, ya no lo va a hacer.
Por eso debemos dejar de pensar en lo que este gobierno no cumplió y empezar a construir desde ya el futuro que sí merecemos: con liderazgo regional, visión de largo plazo y una ciudadanía que entienda que el desarrollo no depende de caudillos, sino de instituciones, educación, empresa, inversión y confianza.
El Valle no necesita promesas vacías de cambio, sino transformaciones reales que permitan que el crecimiento se traduzca en mayor equidad y en más acceso a oportunidades.
Pero estos cambios no se hacen de la noche a la mañana, de manera improvisada, ni imponiendo decisiones por encima de las instituciones, como lo ha intentado Petro. Se logran con una planificación adecuada, con concertación y, sobre todo, desde las regiones.
El Valle tiene con qué. Tiene gente trabajadora, empresarios resilientes, cultura vibrante, biodiversidad, ubicación estratégica y un enorme potencial agroindustrial, logístico, turístico y científico. Pero también necesita algo más: un gobierno que crea en la región, que ejecute, que invierta y que no use a su gente como escalón electoral.
En el próximo ciclo político, tanto al elegir presidente como Congreso, debemos dejar de votar con indignación y rabia, y hacerlo con orgullo y esperanza.
No podemos repetir el error de apostarle a quien promete mucho y cumple poco. Es hora de pasar la página y asumir en serio la tarea de construir —desde el Valle y para el Valle— un nuevo proyecto de desarrollo con futuro, con resultados y con orgullo regional, lo mínimo que merecemos.