Cali, agosto 2 de 2025. Actualizado: sábado, agosto 2, 2025 00:07
Las agresiones entre ciudadanos y guardas de tránsito reflejan una fractura preocupante que exige restaurar la autoridad desde el respeto, no desde el miedo.
Agresiones a guardas: Cali necesita reconciliarse con sus normas viales
Las tensiones entre guardas de tránsito y conductores, especialmente motociclistas, se intensifican peligrosamente en Cali.
En lo que va del año, las agresiones contra agentes de movilidad se duplicaron: de 21 casos registrados hasta julio de 2024 se pasó a 45 en el mismo periodo de 2025.
A esto se suman hechos recientes de violencia física, amenazas, intimidaciones colectivas y reacciones armadas, tanto de ciudadanos como de funcionarios, una situación amenaza con desbordarse si no se interviene de fondo.
La ciudad enfrenta una creciente sensación de confrontación en la vía pública. La llegada de medidas como los cepos y el aumento de operativos, aunque necesarios para poner orden, no pueden ser la única respuesta institucional; la autoridad no se impone únicamente por el rigor de las sanciones, sino por la legitimidad que otorga el respeto ciudadano. Esa legitimidad está en crisis.
Recuperar el respeto por la autoridad de tránsito debe ser una prioridad, y eso implica revisar el origen del rechazo.
No es suficiente con endurecer controles, Cali necesita una estrategia que combine firmeza con pedagogía, que promueva el cumplimiento voluntario de las normas y no solo el temor a la sanción.
El desorden vial no se resuelve solo con más fuerza, sino con más educación, diálogo y construcción de confianza.
La reciente denuncia de 27 agentes de tránsito por presunta corrupción agrava el desprestigio del cuerpo de movilidad.
Casos de cobros indebidos a cambio de no imponer comparendos socavan cualquier intento de reconciliación entre autoridad y ciudadanía.
Ni todos los guardas son corruptos no todos los conductores son infractores.
Nada justifica una agresión, ni de un ciudadano contra un guarda, ni de un guarda contra un ciudadano. Pero cuando el miedo reemplaza al respeto, el conflicto se convierte en norma.
Por eso, más que mano dura, Cali necesita liderazgo, escucha y voluntad para reconstruir la relación entre las personas y las normas que rigen su convivencia, porque sin reconciliación, solo quedará la confrontación.